Leyenda: La profesión de la violencia

Crítica de Brenda Caletti - CineramaPlus+

CONTRASTE MÍTICO

“Esa es mi fórmula. Me gusta mezclar celebridades con algunos, sólo algunos, bribones del East End. A los apostadores les encanta. Es bueno para el negocio”. La frase de “Reggie” podría parecer un tanto intrascendente, quizás hasta banal si no fuera porque encierra en ella la lógica de motivación de los hermanos Kray: la desesperada necesidad de exhibición. Dicha dependencia no sólo se traduce en que uno sea dueño de clubes o locales y el otro realice constantes fiestas privadas, sino también en su modo de proceder como gángsters desde los pactos, la forma de trabajo o la elección de sus confidentes.

A final de cuentas, la codiciada exhibición no hace más que realzar la complejidad de los gemelos Reginald y Ronald, la cual es asociada también por el director Brian Helgeland en la lealtad de la sangre y en la dicotomía entre uno y el otro.

Ambos rasgos recorren toda la película y se vinculan con otro elemento central: la consagración del mito. Ya se plantea desde el nombre del filme que es Leyenda, y también desde el inicio de la voz en off de Frances: alrededor de los 50 y 60 se construyeron una serie de relatos falsos o apócrifos acerca de los gemelos y el filme pareciera ser la voz autorizada que imprime su cuota de verosimilitud frente al caos; un intento de orden basado en la detección de las particularidades de “Reggie” o “Ronnie” en relación con ese entorno violento, ambicioso y cotidiano.

Entonces, adquiere el mismo tono un pedido de matrimonio, la aniquilación de los rivales o las visitas a la casa de la madre, puesto que el director retrata de forma exhaustiva a ambos protagonistas, en una especie de superposición de bloques entre uno y otro. Este tratamiento le quita cierta agilidad a los protagonistas y a su accionar. Ya no importa la hazaña, se vuelve imperioso el sentido mítico del relato; sin embargo, la valoración trascendental pierde su eficacia a medida que agota su postura.

El uno y el otro son la misma cosa y lo mantienen hasta el final: una acción repetida en dos momentos diferentes trae consigo la misma consecuencia. La oposición termina siendo lazo, incluso después de la muerte.

Por Brenda Caletti
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