Lejos de Pekín

Crítica de Jessica Johanna - El Espectador Avezado

No para de llover. María y Daniel se dirigen en auto durante esa noche lluviosa a un pueblo de Misiones. Allí aguardan sus ilusiones. Son una pareja casada hace varios años que no pudo tener hijos y le aceptan la adopción de un niño. Pero al llegar, todo amenaza con desmoronarse rápidamente.
Aparece la madre y no saben qué va a pasar, si ese bebé del que se enamoran de manera inmediata podrá volverse con ellos. De repente a los miedos sobre esta incipiente maternidad/paternidad se le suman los de esta situación tan incierta e inesperada que termina de descolocar a una pareja de enamorados que ya había empezado a desgastarse.
Mientras sigue lloviendo, ellos esperan el llamado telefónico que les confirme cómo siguen. En ese hotel se van encontrando con otros personajes que les despertarán recuerdos y también se encontrarán entre ellos, enfrentados y juntos. Elena Roger y Javier Drolas son los dos actores que dan vida a estos personajes y ambos consiguen interpretaciones muy sentidas.
El film está teñido de la melancolía innata que cargan esos protagonistas, lo incierto del futuro. Dirigida y escrita por Maximiliano González, “Lejos de Pekín” apuesta a un tono entre esa melancolía y lo poético, con diálogos bellos pero que a veces no pueden evitar sentirse forzados. El film cuenta con bonitas escenas, tanto en las que ellos están juntos, como las que los encuentra por separados, deambulando durante esa noche lluviosa.
La música forma parte fundamental del film, para acentuar el tono a lo largo de casi toda la duración pero también en alguna escena particular, cuando la misma María que después llora bajo la lluvia como para que las lágrimas se pierdan entre ellas, se encuentra conmovida por una interpretación apenas apreciada por las pocas personas del lugar.
Ahí aparece Cecilia Rossetto como el personaje que mueve emocionalmente a María de un modo inesperado. A la larga, “Lejos de Pekín” es una película armada de pequeños momentos y encuentros. Los personajes secundarios van y vienen, sin necesidad de un mayor desarrollo. Lo contrario sucede con sus protagonistas, con unos pocos diálogos y gestos construyen una historia no dicha, destacándose en especial Roger, por momentos desgarradora.