Lejos de ella

Crítica de Alejandro Castañeda - El Día

Amores cambiantes en un país que no deja de cambiar

También podría llamarse Lejos de (aqu)ella China. Ella es Tao, la actriz fetiche del realizador. Es el centro de la historia, la mujer que al comienzo se la ve tironeada entre la tradición y la modernidad, entre un rico y un pobre. Es la alegoría perfecta de un film que recorre los sentimientos cambiantes de un país que entre tantos rumbos no acierta a perfilar el propio. “El triángulo es la forma perfecta” dice la profesora de matemáticas. Desempata y desafía. Y el film plantea varios triángulos, con amigos, madres, hijos, padres, profesoras, madrastras. Desde la forma se pone a prueba el fondo, como esas ciudades con trenes balas y rituales ancestrales. También la soledad, el desamor y la tristeza forman otro triángulo que los abarca.

Melodrama desparejo con personajes melancólicos y una historia de amor que abre el film y que sigue sin resolverse, como ejemplo de una desorientación que une y desune a todos los personajes. El film arranca en 1999 en los umbrales de los grandes cambios. Sigue en el 2014 y viaja en la tercera parte hacia Australia. La mesura de la paleta de Jia a veces se vuelve simple y obvia, como en la historia del comienzo, donde los aspectos algo farsescos fuerzan la contienda entre esos dos amigos separados por un amor que, como el país, también debe elegir entre opciones muy contrastadas. La segunda parte es la mejor, la más quieta, sensible y cercana, la más aproximada, dueña de un tono reposado que la cámara de Jia interpreta y afianza. Y el final, algo forzado, se lo ve más incómodo, como si también a los personajes les costara habitar ese futuro no tan distante, donde se habla otro idioma, las tradiciones se han diluido y los conflictos de padres e hijos potencian los distanciamientos entre el ayer y el hoy. El final deja todo en suspenso: ¿Trae esperanza o resignación? La idea es poder volver a ese ayer, como esa canción, la pegadiza “Go West”, que abre y cierra la película y propone un mundo que apunta la evasión, mientras deja que la nieve oculte la decepción.