Lectura según Justino

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

A través de un personaje ficcional, Arnaldo André revive su infancia. Porque son sus propios recuerdos los que cuenta en esta obra. Ilusiones, costumbres, un pueblo todavía chico, San Bernardino, a orillas del Ypacarai, que entonces era totalmente azul, las siestas, las chanzas de las mujeres lavando ropa en la orilla, la escuela alemana “Johann Heinrich Pestalozzi”, que aún existe, y amable, levemente caricaturizados, personajes como el comisario, el peluquero, el cura, o el soldado que asustaba a las chicas con su pretendida visión de rayos X.

Junto a esos recuerdos agradables están otros, de cosas que aquel niño no llegaba a entender. Haría apenas su lectura, de ahí el título, su interpretación ingenua, incompleta. Por ejemplo, la vida de los residentes alemanes (ellos fundaron el pueblo, ahí descansa el cuñado de Nietzsche, quizás ahí se refugió cierta gente después de la guerra), y su lengua, más difícil que el guaraní, o las charlas de los mayores sobre política (Stroessner estaba en sus comienzos, la Fundación Eva Perón llegaba hasta Paraguay, liberales y colorados chocaban entre sí, los pobres seguían siendo pobres). Y la muerte. La del padre, lo que convierte al niño en el hombre de la casa. Luego, otras dos.

Como en una obra de Losey, algo más, no llega el niño a comprender en su momento, y es la relación de dos figuras trágicas, la maestra reprimida y el guerrero exiliado, que solo se comunican mediante poemas de Schiller (“Éxtasis por Laura”, “La partición de la tierra”) que el niño lleva sin advertir lo que eso realmente significa. El amor, la soledad, acaso.

Así, envuelto en la mirada costumbrista, está el aceptado drama de la vida. La lectura se completa recién con los años. Buena película, que despierta sonrisas y dolores. Se estrenó allá hace cinco años, pero acá recién le dieron sala. Quizá por eso André no hizo otra. O quizá solo quiso hacer ésta, como otros escriben sus memorias. Lo ayudaron muy bien Hugo Colace, director de fotografía; el recordado César D’Angiolillo, editor; Julieta Cardinali, Mike Amigorena, Loren Acuña, Calolo Rodríguez, Ramón del Río, Jesús Pérez, los entonces chicos Diego González, Celso Franco, Lali González (estos últimos, luego protagonistas de “7 cajas”). A descubrir, el amistoso cameo de Luisa Kuliok, chipacera con un cigarro en la boca.