Lea y Mira dejan su huella

Crítica de María Bertoni - Espectadores

Como el cineasta Rithy Panh, Lea Zajac y Mira Kniaziew también vislumbraron cierta lógica en su trágica historia personal cuando empezaron a preguntarse ¿Para qué? en vez de ¿Por qué?. “Vivir para contar” es la versión resumida de la respuesta interior que les permitió, al realizador camboyano exiliado en Francia y a estas dos amigas polacas radicadas en Argentina, aceptar con lucidez el destino que los convirtió en víctimas sobrevivientes de un genocidio.

Zajac y Kniaziew no escriben ni dirigen películas, pero sí hablan de su infancia en el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau cuando las invitan a participar de jornadas sobre el Holocausto. Aunque filmadas, y por lo tanto susceptibles de ser reproducidas en otras circunstancias, estas presentaciones convocan a un público reducido. Acaso la constatación de esa limitación haya inspirado en Poli Martínez Kaplun la ocurrencia de dedicarles un documental a estas dos mujeres excepcionales.

Sin dudas, Lea y Mira dejan su huella contribuye al propósito moral de rememorar para combatir el olvido y el negacionismo colectivos y, si fuera posible, para inhibir la pulsión humana de aniquilación masiva. Además, el largometraje ofrece un retrato entrañable de estas protagonistas octogenarias, que incluye una sentida aproximación a la amistad que trabaron -otra vez por obra del insondable destino- años después de haber migrado por distintas vías a nuestro país.

Martínez Kaplun filma a Zajac y Kniaziew por separado, cada una en su casa, y juntas mientras conversan en el domicilio de una de ellas. La inserción de viejas fotos familiares, de imágenes de archivos históricos, de algunos registros hogareños de Lea (los libros de su biblioteca, el cuidado de sus plantas) refuerzan la elocuencia de las entrevistadas y estimulan en el espectador la recreación mental de los sucesos relatados.

El trabajo de musicalización de César Lerner es tan delicado como el repaso de recuerdos todavía dolorosos. En ocasiones, el piano utilizado para la mayor parte de la banda sonora reproduce melodías de viejas canciones polacas para niños que Lea y Mira entonan encantadas ante cámara.

Martínez Kaplun presenta a Lea primero. Justo después del título del documental, la muestra mientras murmura algunos versos de Las hojas muertas. Esta canción que Jacques Prévert y Jospeh Kosma compusieron en Francia al término de la Segunda Guerra Mundial evoca un tiempo perdido, días soleados de amor y felicidad que “el viento del Norte” y “la fría noche del olvido” se llevaron. La conmovedora secuencia adelanta una de las características principales del documental: su sutileza.

A través de Lea y Mira dejan su huella, la realizadora les rinde homenaje a todos los sobrevivientes que pueden contar su experiencia, y de esta manera sumar una voz al reclamo colectivo de Nunca más. De paso, señala o recuerda que a veces es necesario cambiar de pregunta para encontrar una respuesta esclarecedora y por lo menos mínimamente reparadora.