Le quattro volte

Crítica de Juan Carlos Fontana - La Prensa

Desolación y supervivencia

Un pueblo en las montañas de Calabria es el escenario elegido por el director Michelangelo Frammartino para concretar su filme, en el que sumerge al espectador en una serie de imágenes que aluden a los ciclos de la vida, las estaciones del año y la muerte.

"Le quattro volte" es una película sin diálogos, sólo cuentan las imágenes, pero lo cierto es que no hace falta nada más. No es un documental, sino más bien un filme antropológico, que a través de lo que muestra exige que el espectador se predisponga a un nivel de observación distinto, a cómo lo hace habitualmente cuando va al cine.

TESTIGOS

Original, sorprendente e hipnótica, el público se convierte en un testigo privilegiado de algunos momentos que tienen lugar en ese pueblo de la Italia profunda.

Entre lo primero que se muestra, se ve a un grupo de hombres, que pareciera construyen una choza. Poco después el espectador se da cuenta que no es una vivienda, sino un círculo armado con troncos, cenizas y barro, del que se desprenden grandes nubes de humo, que se extienden a la zona de montañas, se presume que es un ritual para que llueva.

Poco después la cámara descubre a un anciano, un pastor que cuida su rebaño de cabras, junto a un perro y no para de toser.

Más tarde la lente sigue los pasos de ese hombre que vive rodeado del balido continuo de las cabras. Podría decirse que ese es el sonido más prominente que se escucha en ese pueblo, al que a veces llega un vehículo con dos hombres disfrazados de romanos y dispuestos a participar de una procesión.

EL NACIMIENTO

Mientras eso sucede una cabra deposita su cría en el suelo y Frammartino sigue los pasos de ese pequeño animal, al que lo espera su ocaso cuando se pierde del resto de la manada.

"Le quattro volte" refiere a los cambios de las estaciones, a los ciclos del nacimiento y la muerte y a algunos rituales que parecen detenidos en el tiempo y llevan a cabo los pocos habitantes de ese pueblo.

Amplias panorámicas por el lugar, entre la nieve y el verde intenso de la primavera, dan cuenta de un estado de desolación continuo, el que se ve reflejado en el paisaje, en los animales, en la gente.

Todo en esta película acontece como si fuera la primera y la última vez. En el medio, el cineasta, parece invitar al espectador a que reflexione sobre la naturaleza y sus ciclos de los que formamos parte, prácticamente sin darnos cuenta.