Lazos de familia

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Llegar a fin de mes no es fácil. Si no, que lo digan los protagonistas de las películas de Ken Loach.

Y con su habitual guionista Paul Laverty ha construido una manera de narrar y presentar a sus personajes que son fácilmente identificables. Al verlos uno entiende que forman parte de una película de Ken Loach, pero a la vez generan inmediata empatía con el espectador. Son tremendamente sinceros. Buenos. Nos compran con extrema sencillez.

Esa habilidad del tándem guionista y director a veces funciona mejor que otras. Será por el acostumbramiento, pero algunos títulos parecen ser primos cercanos de otros. Como que la fórmula, al reiterarse, le quitara sorpresa al relato.

Retratos que compran al espectador
Son retratos de personas. Tangibles. Palpables. Reales. Los personajes de Loach hablan con honestidad brutal, y Ricky no iba a faltar a esa realidad. Acuciado por las deudas, casado con Abby y con dos hijos, Seb, un adolescente, y Liza, una niña en edad escolar, Ricky está sin trabajo y decide aceptar un ofrecimiento como conductor de reparto.

El acuerdo con la firma de distribución es un tanto leonino. Se compra -a crédito- su camioneta, pero termina absorbiendo muchos gastos él mismo.

Y trabaja desde la mañana a la noche. Y seis días a la semana. Y su esposa debió vender el auto con el que viajaba a cuidar a enfermos o ancianos. Seb roba pintura para hacer grafitis. Puede que lo sancionen en el colegio. Y Liza, por problemas emocionales, se hace en la cama.

O sea, Loach vuelve a girar sobre el mismo tema: las angustias de una familia trabajadora, cómo el sistema la engaña y, con tantas frustraciones sobre el lomo, el círculo vicioso parece cerrado, sin un atisbo, un indicio para salir.

La dinámica en que está envuelta la familia puede parecer algo tirada de los pelos, lo que le resta un poco de interés. Pero sabemos que habrá risas, o al menos sonrisas. Y lágrimas.

Lazos de familia tiene un título original menos lineal y más poético, ya que va por el de Sorry We Missed You (Lo siento, te extrañamos), un juego de palabras porque es el encabezado de las notas que los repartidores dejan en las casas donde no encuentran al destinatario, y, claro, también tiene que ver con lo que siente cada miembro de la familia de Ricky.

Ricky, que no tiene apellido como Daniel Blake, el protagonista de la película anterior de Loach que le valió su segunda Palma de Oro. Pero bien podría ser su hermano, su hijo, su vecino. O, como decíamos al comienzo, su primo.