Last Christmas: Otra Oportunidad Para Amar

Crítica de Marcelo Cafferata - El Espectador Avezado

Después de una vasta carrera en la dirección de algunos capítulos de importantes series de televisión, Paul Feig hizo su debut cinematográfico con una comedia políticamente incorrecta que llamó la atención de la crítica, del público y logró, incluso, una nominación al Oscar como mejor guion original. Esa gran comedia fue “Bridemaids – Damas en Guerra”, una notable carta de presentación a la que le sucedieron las irregulares “Ghostbusters” y “Un simple favor”, a la búsqueda de un estilo que Feig no pudo definir.
Si quedaba alguna duda de su trayectoria, aparece ahora dentro del típico tándem de películas navideñas, su último trabajo “LAST CHRISTMAS: otra oportunidad para amar”, una edulcorada comedia romántica, propia de las recetas navideñas y de los productos pre-elaborados que suelen ofrecerse para estos momentos del año.
En este caso, la protagonista es Kate (en realidad Katarina, proveniente de una familia Yugoeslava radicada en Londres), una descarriada joven que no encuentra dónde hacer pie en su propia vida. Por un lado está intentando triunfar en su carrera como actriz, tratando de conseguir un papel en alguna comedia musical del West End londinense, ama cantar y quisiera demostrarlo en alguna de las audiciones a las que asiste sin ningún éxito.
Por el otro, la vemos deambular de casa en casa, recurriendo a alguna ayuda de los amigos, hasta que finalmente sin un lugar dónde poder pasar la noche, deberá volver al hogar familiar luego de su itinerante periplo. Adicionalmente, a pesar de tener que cuidarse por un tema médico, Kate no escatima ni el alcohol, ni la comida chatarra, ni los encuentros sexuales ocasionales, ni el hecho de dormir poco y mal: un combo absolutamente negativo para su salud, tema que no parece preocuparla demasiado.
Trabaja como vendedora disfrazada de elfo en una tienda de adornos navideños regenteada por “Santa” (Michelle Yeoh de “Crazy Rich Asians” lejos, uno de los mayores aciertos de la película y a los que el guion le regala una deliciosas líneas de diálogo) y será allí donde conozca a Tom, un misterioso caballero que aparece y desaparece constantemente en su vida, que la seduce sobre todo cuando pasean juntos y le hace descubrir el lado más oculto de la ciudad, mostrándole esos recovecos y escondites por fuera de los típicos rincones turísticos y que prácticamente nadie conoce.
Todo demuestra que Kate se ha vuelto un ser egoísta, ombligocéntrico y muy poco empático con los demás. Esa quizás sea la tarea de Tom cuando llegue a su vida: ayudarla para que poco a poco logre transformarse en un ser más solidario y conectado con los otros, entre otras cosas, cuando la haga descubrir el centro de caridad con el que él colabora.
Basado en una historia escrita por Emma Thompson (quien se ha guardado para sí el rol de Petra, la mamá de Kate, un personaje absolutamente delicioso que le permite ser quien más se luzca dentro del elenco) y Greg Wise, el guion no trata de evitar en ningún momento la catarata de lugares comunes por los que atraviesa y tampoco se esmera por disimular la arquetípica receta que sigue sin salirse ni por un segundo del molde.
El humor más mordaz e irónico que había aparecido en el cine de Feig con la mencionada “Bridesmaids” y también en “Spy”, con Melissa McCarthy, en este caso brilla absolutamente por su ausencia y quizás sea ese justamente, el objetivo de este tipo de productos, una comedia con un humor más familiar y sin riesgos.
El eje de todos modos ya no es el humor, como en los otros casos, sino que Feig apunta a la comedia romántica centrada en estos “opuestos que se atraen”, en ese vínculo romántico que se inicia entre Kate y Tom e indudablemente en este momento tendremos la seguridad de que algo no está funcionando completamente: los roles secundarios parecen sobresalir y ser más atractivos que la pareja protagónica, la que sólo en algunos contados momentos logra el verosímil y la química necesaria para que la historia de amor funcione en pantalla.
Henry Golding (quien junto a Yeoh también había compartido el éxito de “Crazy Rich Asians”) parece ser una pieza más dispuesta como estrategia de marketing para seducir una parte del mercado oriental que de un verdadero trabajo de cast.
De todos modos, “LAST CHRISTMAS: otra oportunidad para amar” cumple dignamente con su cometido y sobre el final, con un giro que da (casi) inesperadamente, veremos que su trabajo se fue ajustando a lo que la historia necesitaba y logra una calidez y una presencia en la pantalla que resulta funcional a la película.
En el rol de Kate aparece una de las estrella de “Game of Thrones”, Emilia Clarke, que es un carnaval de gesticulaciones y mohines, malinterpretando completamente lo que se espera de una heroína de comedia romántica. Lejos, muy lejos, de las que en su momento se transformaron en íconos de la comedia romántica americana como Julia Roberts, Cameron Diaz, Meg Ryan o mismo de sus más contemporáneas Rachel Mc Adams o Emma Stone, Clarke luce afectada, sobreactuada, haciendo un esfuerzo por agradar y caer simpática en su papel cuando en realidad su manera de abordar el personaje lo hace caricaturesco y superficial, con poca profundidad.
Es verdad, inclusive, que la pobre Clarke tiene en sus manos una historia que tampoco le brinda un gran material para su lucimiento, más allá de un par de escenas simpáticas.
Por el resto, tendrá que lidiar con personajes de manual dentro de su familia: una madre sobreprotectora, un padre que se ha dejado ganar por la sombra de su esposa, una hermana lesbiana –temática que cae muy bien en estos tiempos- que es el prototipo de la rigidez y para ser inclusivos no solamente aparecen en el elenco actores orientales sino que la pareja de su hermana es negra, así cubrimos todos los arquetipos y dejamos a todos los sectores del público relativamente contentos.
Un puñado de hermosas canciones de George Michael dan marco a esta historia de amor navideño que si en algún momento ha intentado desbancar a algunos de los grandes íconos del género como “Realmente Amor”, no será justamente recordada más que como un simpático entretenimiento, noble y bien hecho, pero totalmente carente de novedad.