Last Christmas: Otra Oportunidad Para Amar

Crítica de Jihad Ghannam - Cuatro Bastardos

[REVIEW] Last Christmas: Otra oportunidad para amar.
Last Christmas: Otra Oportunidad para Amar es una película «pochoclera» que vale la pena por el talento que lleva dentro.
Diciembre no sólo es el mes con la tasa de suicidios más alta del año, también es la época donde salen un puñado de películas navideñas que dan asco por hacerse a las carreras con tal de obtener ventas rápidas gracias a la euforia festiva, algo así como los juegos basados en películas, abundantes en la era de la Playstation 2. Afortunadamente, este no fue el caso de Last Christmas: Otra Oportunidad para Amar (2019), que si bien es una cinta «pochoclera» – tipo gaseosa que la tomas y luego la descartas para no volver a pensar en ella -, tiene un centro con ponche artístico (es época navideña Marge, sólo podemos disfrutarlo en estos días, luego el gobierno nos lo quita).
Es imposible dejar lo mejor para el final, el primer regalo dado a nosotros por Universal Studios y fabricado por el director Paul Feig pero especialmente por las guionistas: Bryony Kimmings y Emma Thompson. Las metidas de pata de la protagonista Kate (Emilia Clarke) para con la gente que la ayuda son hilarantes, no caen en lo predecible de las comedias románticas como lo son las situaciones sociales donde alguien «mete la pata», no, más bien rozan el terreno de lo absurdo donde todo lo malo que pueda pasar pasa así de insólito como lo dicta la ley de Murphy pero dentro de todo, plausible.
Los diálogos fueron escritos en otro nivel astral, la ocurrencia de las escritoras es tan fresca que tras una escena de conversación/coqueteo algo incómoda con líneas incoherentes gracias al nerviosismo de los tórtolos hacen que Kate diga: «Siento que acabo de ver un cortometraje Checoslovaco» y por Dios… Ojalá Friends hubiese tenido guionistas así. Hablando de escenas, las actuaciones dieron la impresión de ejecutarse a todo dar, sin embargo, los personajes sí fueron algo «planos» al estar encasillados prácticamente en un único estado de ánimo, pero bueno, es una comedia, se entiende.
Otra maravilla fue el diseño de producción, se tomaron las cámaras para grabar la navidad londinense tal en la calle, pero hubo un patrón en el aquel caos, donde los colores caían cada uno en su sitio: el rojo, el verde y el dorado, dominando toda la cinta con ese aire navideño pero sin el desorden de la realidad ni tampoco la perfección de las películas, lo que viene siendo el más perfecto de los trabajos ¿por qué?, porque no se nota que está allí.
Al final sí hay una especie de giro de tuerca un tanto «de más» que le da un aire agridulce y/o fantasmagórico al asunto que dependiendo con el cristal que se le mire; puede ser un acierto o una gracia que pasó a ser morisqueta; sin embargo no es decidir cuál de los dos puntos de vista es el más acertado no es algo que quite el sueño.