Last Christmas: Otra Oportunidad Para Amar

Crítica de Ezequiel Boetti - Página 12

"Last Christmas", el peor final

No es solo la típica fábula navideña que suele llegar a las salas en diciembre: bajo el subtítulo de "Otra oportunidad para amar", el film británico esconde uno de esos desenlaces inexplicables.

Desde su estreno en Estados Unidos, hace casi un mes, viene hablándose en las redes sociales acerca del desenlace de Last Christmas, que para su lanzamiento latinoamericano suma el subtítulo Otra oportunidad para amar. Y no precisamente en buenos términos: espectadores y periodistas fueron lapidarios con la vuelta de tuerca que corona esta historia romántica entre una chica a la que todo le sale mal y un misterioso hombre con el que se cruza cada dos por tres, al principio de casualidad -o todo lo casual que pueden ser los encuentros en este género- pero luego deliberadamente. Otra vez, entonces, el viejo dilema de si el pésimo final de una película es condición suficiente para denigrarla. Pero una cosa es una decisión discutible de los guionistas -entre las que figura de manera inexplicable Emma Thompson, quien tiene además un rol de reparto- y otra muy distinta forzar la lógica de un relato hasta más allá de lo posible sacando un conejo de la galera. Y vaya si es grande el conejo que saca Last Christmas.

La cosa funcionaba relativamente bien hasta ese final, siempre y cuando se comprenda que se trata de la fábula navideña que todos los años llega a las salas argentinas unas semanas antes que Papá Noel. Como ocurre en diez de cada diez películas de este tipo, todo apunta a una celebración del espíritu de unión y conciliación, a salvaguardar la integridad de la familia y los afectos por sobre cualquier cosa. Una tarea nada fácil para Kate (Emilia Clarke, la Daenerys de Game of Thrones), una jovencita nacida en la ex Yugoslavia que desde la guerra vive en Londres junto a su familia. La relación con mamá (Thompson) y papá no atraviesa su mejor momento, y desde hace un tiempo ella anda de acá para allá con su valijita a cuestas, durmiendo de prestado en cuanto sillón de amigo o conocido encuentre mientras trabaja a desgano en una tienda navideña a cargo de Santa (Michelle Yeoh).

Nunca dura más de una noche en ningún lugar, porque con ella llegan también los accidentes. Accidentes por demás ridículos, como prender fuego el barquito de fósforos de un amigo o electrocutar el pez de otro con un secador, en lo que son las dos escenas más graciosas de una película que, de haber continuado por esa línea, hubiera sido muy distinta. Y seguramente mejor: vale recordar que el director es alguien que sabe manejar los resortes de la comedia como Paul Feig, el mismo de Freaks and Geeks, Armadas y peligrosas y Damas en guerra. 

Pero Last Christmasempieza a cambiar el rumbo ante la aparición de Tom (Henry Golding), un pibe con más pinta de bueno que el pan que, charla va, charla viene, pega onda con Kate. Tanta onda pegan, que luego se verá que hay otra conexión entre ellos. No conviene adelantar mucho más acerca del desarrollo, en tanto se preservarán las sorpresas para los temerarios espectadores dispuestos a comprobar con sus propios ojos uno de los Deus ex machina más grandes de la década. Por ahí también se habla del Brexit y la discriminación a los extranjeros, referencias que no van a ninguna parte pero que quedan disminuidas ante las delicias del acto final.