Las mujeres llegan tarde

Crítica de Ramiro Ortiz - La Voz del Interior

El lado femenino del crimen

Las mujeres llegan tarde es un filme con una forma de contar no tradicional, pero se las arregla para ser entendible. Una película donde los climas juegan un papel fundamental.

La historia comienza poniendo en relieve a un hombre, marinero porteño, que es el guarda de un maletín con dinero que le dio una misteriosa mujer. En esta parte, los climas son sensuales, sórdidos. El tipo es extraño, sin duda. Acaba de dejar el mar para siempre, está completamente solo, y confundido por una marca de amor que, seguro, le hicieron con una garra.

Luego, el espectador es transportado a un hotel en el interior de Buenos Aires. Se trata de una casona de huéspedes manejada por una mujer y su hija, a punto de caer en la bancarrota. La chica tiene un novio secreto, pese a que sigue las indicaciones de la vieja para engatusar y quizá casarse con un primo con dinero. En estas escenas, jugadas entre esas mujeres encerradas, maniáticas por la ropa y el peinado, viviendo entre objetos que fueron valiosos pero que superaron la fecha de vencimiento, se huele una psicosis que pronto subirá a la superficie.

Lo mejor de este filme escrito y dirigido por Marcela Balza, ocurre tal vez cuando los dos caminos, el del marinero y el de las propietarias de la pensión, se cruzan trágicamente. A uno le sobra lo que las otras necesitan con desesperación. La línea de la cordura puede ser rebasada por cualquiera de los tres que dé un paso en la dirección equivocada.

Drama policial, o policial dramático, Las mujeres llegan tarde puede ser vista como una exploración psicológica del lado criminal femenino, hecho por una directora que no eligió hacer las cosas a la manera convencional. Los tipos de encuadre, los cortes, la organización del relato, la música, los sonidos, los colores, la luz, las escenografías, van marcando ese tono, que además tiene una fuerte personalidad entrelíneas.

Mención especial para las actuaciones. Marilú Marini, en el papel de Regina, la dueña del hotel, no tiene desperdicio. Erica Rivas, la hija, surca el rol de chica border con mucha credibilidad. Rafael Spregelburd y Andrea Pietra hacen un muy buen aporte como la pareja dueña del dinero.
Obliga a reenfocar los lentes al espectador más tradicional, pero es una película válida.