Las mil y una noches

Crítica de Juan Pablo Russo - EscribiendoCine

Cuentos para no morir

Las mil y una noches (As 1001 Noites, 2015), última y ambiciosa obra del portugúes Miguel Gomes (Tabu, 2011) es un tríptico compuesto por tres largometrajes que funcionan a la manera de entregas de una misma obra y se titulan El inquieto, El desolado y El encantado. El antiguo crítico de cine convertido en cineasta no abandona su espíritu lúdico para retratar el Portugal de hoy en día, en plena crisis, sin renunciar a la imaginación, a cierto sentido de lo absurdo y a la voluntad de perder un poco el control.

Miguel Gomes se inspira libremente en la estructura del libro homónimo en el que Scheherezade narraba un cuento, para sobrevivir a la sentencia del sultán, procurando siempre dejar cada fragmento inconcluso al amanecer y así ganar un día más de vida. El director toma algunos episodios y los traslada al Portugal actual azotado por la crisis económica.

El disparador resulta el cierre de unos astilleros que dejarán a miles de familias en la calle. Gomes preocupado por la situación siente que su cine debe ser un reflejo de lo social. Así la primera parte comenzará de manera documental con un director huyendo del set de filmación al no poder encontrarle este sentido a su nueva película.

Para los que vieron Aquel querido mes de agosto (Aquele querido mes de agosto, 2008), la continuidad resultará evidente, ya que el cineasta no renuncia jamás a una puesta en abismo de su proyecto fílmico en el interior de cada una de sus creaciones, jugando también con títulos y didascalias y muchos otros procedimientos que toma prestados de otras formas narrativas, con predilección por las formas populares, ya sean tradicionales o no (el lenguaje de los mensajes de textos hace aquí una aparición traicionera).

Gomes da todo el sentido del mundo a la interpretación barthesiana del "larvatus prodeo": no avanza enmascarado sino mostrando su máscara. Y se rodea siempre en el camino de animales tan reales como fabulosos: el cocodrilo de Tabu da aquí de lugar a camellos, a una ballena con un vientre explosivo, a un pollo de pueblo demasiado charlatán que se convierte en el argumento central de unas elecciones municipales, en un pueblo en el que votar parece, ante todo, una gran broma, el perro que juega con su propio fantasma o la vaca juzgada.

Bajo el espíritu cómico y acido, el propósito de esta libre versión de Las mil y una noches es doloroso y el ataque que representa es de lo más frontal. Gomes habla aquí de su país como de una nación moribunda, empobrecida y azotada durante los dos últimos años por leyes de austeridad votadas por un gobierno inculto al que se ridiculiza en el segundo episodio con un juicio surrealista.

Cada uno de los "cuentos" de su maravillosa saga se ancla en la cruda realidad, cada una de sus historias es un hecho acontecido realmente y recogido para la película por un equipo formado por tres periodistas. La vitalidad sencilla y conmovedora del pueblo portugués está presente pero se parece más bien a los sobresaltos de una sirena extraviada sobre la arena. El tono de la película es tierno pero la crítica de la mascarada política está fuera de toda duda y, a pesar de su predilección por la fábula, Gomes no se anda con chiquitas.