Las maravillas

Crítica de Aníbal Perotti - Cinemarama

Gelsomina en el país de las maravillas

Las primeras escenas nos sumergen en una noche espesa donde unos hombres con armas y perros deambulan en el medio del bosque, descubren una casa, la ignoran y continúan su viaje. La película se detiene en este espacio, esperando el amanecer. Como si despertáramos de un sueño, descubrimos que en la casa vive una familia que se dedica a la apicultura: un hombre que parece alemán, su esposa italiana y sus cuatro hijas. Las maravillas no se inscribe en ningún género ni se asemeja al cine italiano actual:es una película profundamente singular que plantea una tensión permanente entre lo real y lo onírico, integrando las mitologías y adoptando un tono de fábula.

La troupe vive en una suerte de autarquía campesina: una utopía puesta en peligro desde el exterior por los cazadores de la escena de apertura, y también desde el interior por la realidad económica que desborda a un padre colérico de frágil autoridad. La heterogénea amenaza exterior puede ser también la llegada a la casa de un adolescente que silba en lugar de hablar,la aparición de un camello incongruente, o el descubrimiento de un equipo de televisión conducido por Monica Bellucci. Esta figura con estatus de ícono pone en abismo la ficción y transporta a los protagonistas hacia una telerealidad onírica y sórdida en la que tienen que promocionar su miel para ganar un premio. La película elude la crítica fácil a los medios y resalta la belleza del romanticismo radical y desesperado de la familia.

Desde el punto de vista formal, la calidad pictórica del súper 16 añade una carga sensual a los cuerpos, a las luces y a los paisajes. La empatía evidente de la cineasta con los personajes le permite construir un camino sinuoso en el que el núcleo familiar y el mundo exterior son dos ficciones que comienzan a comunicarse. Gelsomina es la mayor de las hermanas y la favorita del padre. Los muros de la fortaleza se agrietan cuando ella se proyecta hacia otros espacios. La película es testigo de una iniciación, un umbral simbólico y físico, el desplazamiento y la transformación. Gelsomina crea su propio relato tomando La strada como punto de partida hacia nuevos horizontes.