Las horas más oscuras

Crítica de Pedro Squillaci - La Capital

El hombre que dijo "no"

Para entender la lógica de Winston Churchill hay que situarse en un contexto crucial: la Segunda Guerra Mundial en el que Adolf Hitler iba camino a apoderarse de Europa y las potencias mundiales caían como moscas ante el nazismo. Bélgica se rinde, Holanda también, Francia está a punto de claudicar y el gobierno británico decide expulsar a su primer ministro y sustituirlo por otro, tozudo, que no goza de la simpatía de sus colegas partidarios ni los de la oposición. Ese hombre huraño y con un sentido del humor increíble es Churchill, que se encuentra en un cargo que es el sueño de su vida, pero a priori sus cartas están marcadas y tiene todo para perder.

   Joe Wright, el sutil realizador de "Orgullo y prejuicio" la tenía difícil, porque debía llevar adelante una trama con mucho texto, muy poca acción y ser fiel a la letra de la historia. Pero tuvo la suerte de contar con Gary Oldman, con una composición que de no ganar el Oscar al mejor actor habría que hacer un piquete en el ex teatro Kodak. "Las horas más oscuras" es un canto a la resistencia, a pelear por la dignidad hasta que el cuerpo aguante, a ese lema que sostiene que mientras la pelota está en juego el partido nunca se pierde. Y es un homenaje a tres palabras que dijo Churchill en el Parlamento el 13 de mayo de 1940, que aún hoy tienen vigencia para mil batallas humanas, más allá de la guerra: "Sangre, sudor y lágrimas".