Las hijas del fuego

Crítica de Kekena Corvalán - Leedor.com

La vimos en el BAFICI, en Competencia Argentina Las hijas del fuego, una película coherente con toda la trayectoria de su realizadora, Albertina Carri. Hoy se estrena en el Gaumont y en Malba.

115 minutos de chicas teniendo sexo, viajando en combi, teniendo sexo, charlando entre ellas, teniendo sexo, y así, en un sinfín de pulsiones y placeres exclusivos de un ellas. La situación fue incómoda o molesta para muchxs, eso de ver porno todos juntxs y con todo lo que nos conocemos no es lo que vamos a hacer a una función de prensa. Y los comentarios escuchados, me hacen pensar una vez más que el gran tabú occidental al menos, no es como afirman la antropología y la psicología el incesto o el Edipo, el gran tabú es qué pasa entre dos mujeres en la intimidad donde no entran los hombres, y ni que hablar, qué pasa dentro de un cuerpo colectivo de mujeres.

Las claves de Las hijas del fuego, lo que me parece que se encuentra, en mi humilde opinión y para empezar a pensar:

1-Una relación potente con la cita como mecanismo de construcción, citas externas a la literatura, para comenzar, el título de la película es el de una novela de Gerard Nerval de 1854, que una de las protagonistas viene leyendo durante el viaje. Pero también intratextos del cine: la alusión al nombre Rey Muerto (primer corto de Lucrecia Martel), el videoclub Peña, la voz en off del alter ego de Carri, Analía Couceyro (Los Rubios), Cristina Banegas que también trabajó en Géminis… Y citas a la teoría, la historia, las genealogías, las antecesoras.
2- La deconstrucción de géneros, algo propio del sistema de obra de Albertina: el ensayo, la narración tradicional, el cine experimental, y por supuesto, obvio, el porno.
3- Un trabajo de actrices no conocidas muy potente, donde las estrellas que suma (que no tienen sexo y son las heroínas antiheroínas totales en el sentido estricto, los auténticos personajes retratados por Nerval), tomando actrices del cotidiano, de la militancia, de la escena cultural, de la resistencia.
4- Un recorrido de activismos lesbotransfeministas, de saberes, de teorías que interpelan sin piedad y dejan fuera a toda la crítica especializada (?????), esa que salió del cine hipnotizada repitiendo solo dos palabras: agobio, exceso y que tendrá que trabajar mucho sobre sí misma para acompañar líneas de interpretación de una película que supera en mucho sus capacidades y saberes, pero sobre todo, sus propios prejuicios.
5- Un trabajo de planos y escenas inédito en el cine argentino, donde el fragmento repetido mecánicamente típico del cine porno está centrado en, a diferencia de sus ejemplos hegemónicos y patriarcales: clítoris, vulvas, grasas y rollos abdominales, nucas rapadas, belleza del común, caras no publicitarias, senos caídos o pequeños, o sea, lo que la mayoría minorizada de las mujeres poseemos, lo que la mayoría minorizada de las mujeres somos. Narrativamente, la película no tiene fin, porque el orgasmo femenino de alto entrenamiento no lo tiene. Y no perder de vista que la película busca encuadrarse en algo que existe, y del que, para hablar, mínimamente hay que conocer: las prácticas posporno, que claramente NO son las prácticas porno de la industria porno. Porno es cine, además. La última escena también habla de eso, del lugar del director, con esa directrix que administra placeres, es una gran voyeur y luego se encierra en sí misma, logrando un final INCREIBLE en la historia del cine mundial.
6- Una más que vibrante enunciación fílmica colectiva, marcada desde el comienzo por el modo de presentar los créditos, con el plano de fondo de una ruta y todos los nombres de las participantes (técnicas, producción, actrices, etc), al mismo nivel pasando. En este sentido, un detalle que me pasa a mí pero que quizás compartamos con más espectadores: no me identifiqué con ningún personaje, el retrato individual se pierde en la masa, y es solo el intento de trabajar más allá del porno, de poner diagrama en la catástrofe del flujo que va y construye masa fílmica, visual, y como tal, deseante. En este sentido, la peli puede ser fiel a ciertos postulados del poliamor que la sostienen, y a ciertos saberes que hoy el colectivo feminista está recorriendo y planteándose una y otra vez.

Tras estos apuntes podemos redefinir el agobio de tanto porno. Todas sabemos de eso, vaya si sabemos.

Personalmente, tengo que reconocer que me cuesta no entusiasmarme con esta película como gran hecho político de nuestras subjetividades. Esperé muchas décadas de mi vida para ver algo así, y por ese lado se lo agradezco a Albertina. ¡Una película argentina comercial y de mainstream, posporno! Maravilloso. Dicho esto, solo queda agregar que vayan a verla. Quizás sea un grano de arena más para una discusión política que tenemos que darnos, ahora que todxs somos feministas y el feminismo es una dulce tendencia, y todxs opinan y definen cuál debe ser la lucha a seguir por nosotras y cómo deberíamos enunciarlas. Por supuesto, la seguimos y recomenzamos cuando tengamos ganas, que de eso se trata.