Las hermanas L.

Crítica de Miguel Frías - Clarín

Sátira multiorgásmica

Comedia erótica, con libertad creativa e irregular resultado.

En 2006, en Upa! , Santiago Giralt, Camila Toker y Tamae Garateguy se rieron de la solemnidad, el esnobismo, la puntillosidad estética, la excesiva contención y el redondo aburrimiento de muchas películas del Nuevo Cine Argentino. Trabajaron, desde luego, con elementos antitéticos al estilo que parodiaban: con desprejuicio, urgencia, sin temor al ridículo ni a la desprolijidad. Fueron visceralmente divertidos. Los premiaron nada menos que en el Bafici, cuna del NCA.

Las hermanas L ., realizada por Giralt también en equipo (con Eva Bär, Alejandro Montiel y Diego Schipani), tiene varios puntos en común con Upa! Pero ahora la “provocación” no se centra en la burla a cierta forma de hacer cine, sino en una machacona osadía sexual y en la postulación de vínculos familiares que sólo alarmarán a los más conservadores. Esta es la transgresión de Las hermanas L.

Transgresión que, aunque es infrecuente en el cine nacional reciente, tampoco es tan extrema como se la publicita.

Tal vez poseedora del récord de masturbaciones en filmes que no sean porno (las hay incluso simultáneas: algunas, a pantalla partida; otras, con montaje paralelo), Las hermanas...

tiene algo del primer Almodóvar -con menor calidad argumental-, algo de John Waters -con menos desenfreno- y mucho del grotesco y la picaresca vernáculos. En estos últimos casos, la broma de Giralt no fue ponerse enfrente sino en la misma vereda genérica; por eso, por momentos, su película parece un producto de TV subido de tono o un viejo filme nacional populista.

Abundan la cámara en mano, los desenfrenos visuales y musicales, los tonos chillones y los personajes kitsch, aun cuando incurren en algunas escenas dramáticas. La comedia se centra en un triángulo cuyos vértices son las dos hermanas L. (que en principio iban a llamarse Legrand), hijas de una vieja, frívola, egocéntrica y patética diva, y el marido de una de ellas. Las principales interpretaciones, dúctiles y jugadas, son de Silvina Acosta, Florencia Braier y Esteban Meloni. Soledad Silveyra hace el papel más satírico; Daniel Fanego, el más paródico. Hay algo de modernidad y algo de deja vu; de aciertos y desaciertos , de libertad creativa.