Las herederas

Crítica de Marcelo Cafferata - El Espectador Avezado

Si hay algo que, a priori, hace que “LAS HEREDERAS” despierte un gran interés, es que ha sido seleccionada como la precandidata al Oscar por Paraguay y que, este país, al presentarse por primera vez a competir en el Festival de Berlín, logró llevarse, con esta Opera Prima de Marcelo Martinessi, dos Osos de Plata.
Ha sido distinguida en dicho festival con el premio a la Mejor Actriz para Ana Brun y el Oso de Plata – Premio Alfred Bauer para películas que abren nuevas perspectivas en la cinematografía mundial. Contando con estos antecedentes, las expectativas son altas: ¿Qué es lo que llama la atención cuando comenzamos a verla?
Que si bien Martinessi intenta contar a través de la historia de la pareja de Chela (Ana Brun) y Chiquita (Margarita Irún) lo que ha sucedido recientemente con la sociedad paraguaya, reflejará al mismo tiempo los años de oscurantismo y el retrato de una clase social que sigue aferrada a los recuerdos y a las glorias pasadas, con un estilo que se asemeja más al cine europeo de autor, que al de sus colegas latinoamericanos.
El director, quien es también el guionista de “LAS HEREDERAS”, aborda ese diálogo casi implícito que socialmente existe entre la burguesía y el poder, y entre los años de brillo y ostentación y los del desmoronamiento. Nos habla de esa decadencia no sólo económica sino ética y moral de una cierta clase que pretende no entender que ya existe un nuevo status quo a nivel país/sociedad, que, irremediablemente plantea un nuevo escenario social.
Chela y Chiquita que son pareja desde hace más de treinta años –aunque en una sociedad tan cerrada se presenten sólo como amigas- y provienen de familias de las que habían heredado el dinero suficiente como para poder vivir cómodamente durante toda su vejez. Pero ahora la situación no es la misma, no es la esperada y el dinero heredado parece acabarse.
Cuando intentan buscar una solución a su situación económica (mal)vendiendo los bienes que tienen en su antigua mansión, nada alcanza y Chiquita debe ir a la cárcel al no poder afrontar las deudas que habían contraído y no poder revertir la acusación de estafa.
Chela es expulsada de su comodidad burguesa de la noche a la mañana y casi sin proponérselo, comienza a ofrecer viajes con su auto, un servicio de taxi para señoras mayores de clase alta, que se convierten en sus clientas frecuentes.
Esto no sólo comenzará a brindarle una modesta independencia económica sino que la contactará no solamente con el mundo de estas señoras burguesas en decadencia y sus charlas en su auto, sino fundamentalmente con Angy, otro personaje central de filme, con el que Chela empatizará casi inmediatamente y será quien la enfrente con un mundo interno completamente inexplorado, desconocido.
El clima que se presenta en “LAS HEREDERAS” remite, por momentos, a la decadencia de una clase, a la apatía y la inercia con la que se mueven los personajes de “La Ciénaga” y del universo de Lucrecia Martel en general.
Lo que puede emparentarla, a su vez, con ese mundo interno femenino que sabiamente refleja María Alché en la reciente “Familia Sumergida”, otra Opera Prima que se distingue por sus climas, un delicado tratamiento visual y su particular abordaje de la memoria familiar y el pasado.
En “LAS HEREDERAS”, Chela también aspira a encontrarse a sí misma una vez establecido este nuevo estado de cosas, con un aire de liberación como lo tenía la protagonista de “Gloria” de Sebastián Lelio, para seguir trazando paralelismos.
Pero, en este caso, en los personajes de Martinessi desaparecen por completo los trazos de humor que aparecían en Lelio y trabaja, en cambio, con un enorme poder de observación, detallista y meticuloso, y con ese silencio que va habitando los personajes, en una casa que se presenta cada vez más despojada.
La representación explícita de la cárcel para Chiquita se refleja y se hace eco en el encierro de Chela, que parece construir y refugiarse en su propia muralla. Ana Brun capta perfectamente el espíritu de Chela: agobiada por esa rutina y encerrada en esa casa/cárcel de la que inesperadamente parece descubrir una salida, su personaje va modificándose lentamente.
Es un proceso que por momentos se presenta imperceptible, pero que va mutando ante nuestros ojos para que, definitivamente, al cierre, Chela no sea la misma.
“LAS HEREDERAS” es entonces un más que auspicioso debut para Martinessi, quien tanto en su guion como en el manejo de la puesta y las actrices, demuestra una profunda madurez en su trabajo y desenmascara la hipocresía social de la que los personajes se van “vaciando” –como esa antigua casa- para construir una nueva historia, con otros sentidos.