Las furias

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Frente a éste tipo de producciones se podría decir ¨bien vale el intento¨, pero no, pues lo que se establecería en ese punto sería una justificación de algo que en su construcción presenta demasiadas fallas como para ser condescendiente.

Estructurada narrativamente como un western, sólo que en el oeste argentino, y no tan lejano, “Las furias” cuenta una historia de violencia partiendo de una de amor tipo Romeo y Julieta que nunca debía haber sido. Lo hace, en principio, en una especie de filme con recurrencia a la analepsis para luego de la segunda secuencia establecer el relato en dos líneas temporales.

Es claro, evidente, demasiado previsible en este punto, que en algún momento estas líneas se juntarán. Los personajes son los mismos, pero su imagen ha cambiado. Si bien son dos tiempos diferentes el filme no comienza en el final de la historia, sino al promediar el 65% de la misma. para finalizar con una imagen poética, tratando de ser metafórica aunque sólo logra ser demasiado pretenciosa.

No tiene nada de malo esta elección en la forma de contar una historia, por más previsible que se torne. El principal problema reside en que aquello que debe impulsar el filme brilla por ausencia de calidad, estoy hablando del paupérrimo guión.

Lo primero que hace agua, aunque mayormente transcurre en un desierto, es la presentación de los personajes y su posterior desarrollo. Ninguno es creíble, lo cual empeora la cosa porque en este punto las actuaciones deberían funcionar para el sostenimiento del relato, pero son de un nivel que asusta. Como parámetro digamos que Daniel Araoz hace de sí mismo. y lo hace mal. Por momentos saca a relucir toda su capacidad histriónica pero son destellos nada más, y no es culpa del actor. Los demás, incluido Juan Palomino, no dan nunca con un registro que los instale en un verosímil. Lo peor en este ítem es el trabajo del protagonista masculino.

Si a esto le agregamos las deficiencias en el diseño de sonido, estamos en caída libre. En la mayor parte de las escenas no se entiende lo que dicen los personajes. pero cuando por fin en algún momento sucede, son tan malos los diálogos que uno agradece no haber escuchado antes.

Leónidas (Nicolás Goldshmit) es un joven huarpe llamado a ser jefe de su comunidad. Destinado a casarse con una joven de la tribu a la que no ama decide revelarse contra sus ancestros. Todo se complica cuando conoce a Lourdes (Guadalupe Docampo) quien trata de escapar de su padre (Daniel Aráoz), un ser violento, misógino y además estanciero, terrateniente acaudalado que goza con la impunidad por ser dueño de las tierras, de la policía local y de la ley en general.

Leónidas y Lourdes se enamoran confrontándose a los mandatos familiares, y ante esta situación el padre de Lourdes se enfrentará al tío de Leonidas (Juan Palomino), quien es el cacique de los Huarpes.

El problema recurrente en el “nuevo¨cine argentino” es creer que todo se debe a una buena dirección de cámaras, movimientos de las mismas, elección de planos, dirección de fotografía y. en menor medida, al diseño de vestuario o el diseño de arte en general. Como si aquello que debiera ser la chispa de la producción no fuese necesario. Es decir el guión, en conjunción con aquello que lo aúna en la imagen en tanto, y el montaje son de mala factura.

La película se muestra también con bastante desidia respecto al espectador. Hay factores que así lo demuestran como, por ejemplo, una secuencia en la que un personaje recibe un balazo en su brazo derecho, es trasladado caminando por quienes lo hirieron y consecutivamente (sin saltar el eje y con la misma posición de cámara), con cortes necesarios, la herida pasara de un brazo al otro. Too much. Es tan burdo el error y tan evidente que no podía salir de la sorpresa, por lo cual volví a ver la secuencia para corroborarlo (posibilidades que da el visionar una película en esta plataforma de exhibición) y sí, era así nomás.

La idea original, según reza el cartel del filme, es de la pareja de actores protagonistas por lo que uno debe suponer que existe una fuerte atracción física entre ambos. Si es por lo que se ve en pantalla, de química nada.