Las fiestas

Crítica de Maximiliano Curcio - Revista Cultural Siete Artes

Dirigida por el actor y productor Ignacio Rogers -en lo que representa su segundo largometraje- “Las Fiestas” nos habla acerca de la profundidad, contradicción y complejidad que atraviesa a vínculos familiares. En tiempos festivos, las reuniones suelen predisponer balances, procurar la unión familiar o revivir antiguas rencillas. Los fuegos de artificio consiguen, apenas, desviar nuestra atención. De modo inusual, el guion se divide en cinco colaboradores, entre quienes se acreditan los intérpretes Julieta Zylberberg y Esteban Lamothe. Con motivo de la Nochebuena, en medio de la tranquilidad que provee un entorno natural tan cuidado como salvaje, se llevará a cabo el encuentro de un núcleo vincular hecho de ambigüedades, ausencias paternas, silencios, verdades dichas a medias, conversaciones súbitamente interrumpidas y regalos prometidos.

Una casa quinta ubicada en una localidad de provincia, en un sitio equidistante entre Córdoba y Catamarca, se convierte en el hábitat que cobijará a estos hermanos provenientes del ruido de la gran ciudad. Cada uno trae consigo excusas para dar con la cita, en igual medida que cargan cuentas pendientes en sus respectivas mochilas emocionales. Cecilia Roth, Daniel Hendler, Dolores Fonzi y Ezequiel Díaz brillan integrando un sólido elenco, a la hora de representar el momento clave de recomponer la fragmentada relación con su madre. La misma atraviesa por estadios tan frágiles, tal como las tazas de café del hogar; una a una, fueron rompiéndose. “Las Fiestas” aborda con estilo lo confuso del aspecto verdadero que ha tramado la historia familiar y la carencia de su absoluto: con buen pulso, expone las dificultades que describen la conciliación entre afectos. Hay un ambiente viciado y no es por el humo que aflora en demasía. Contenemos la respiración, no todos los conflictos se resolverán…

Centro absoluto del relato es la progenitora y dueña de casa, María Paz; controladora, con exiguo espíritu de autocrítica y más reproches hacia sus descendientes. Ella es Cecilia, dando vida a un magnífico regreso a la gran pantalla. La mujer desea reunir a sus hijos, luego de atravesar un delicado trance de salud. Literalmente, resucitó. O eso afirma. Brinda amor y libertad a sus invitados. Prodiga abrazos, recomienda la lectura de “Los Cuerpos Vaciados”, prefiere hacer oídos sordos a ciertas recriminaciones. ¿Cuánto hay de auténtico y cuánto de fachada en su maniobrar? ¿Resulta genuino su modo de hacer las paces con el propio pasado? “Las Fiestas” posee la virtud de eludir todo tipo de estereotipos y lugares comunes a la hora de abordar las mencionadas aristas.

El drama gira en derredor de la gran estrella y todos parecen comportarse a su merced; contemplamos el dominio de la anfitriona por sobre sus invitados…somos espectadores voyeurs. La lograda música compuesta por Pedro Onetto y la intimista ambientación que consigue Rogers nos remiten a climas adquiridos previamente por un excelso film como “La Ciénaga” (2000, Lucrecia Martel). En un tono más siniestro, en una casa de campo, se develaba el misterio de “La Quietud” (2008, Pablo Trapero), reciente obra maestra del cine nacional. Influencias aparte, lleva a cabo el realizador una sutil exploración de lo atávico y lo efímero que reviste a nuestras existencias. Aquí, el cine funciona como dispositivo para amplificar una zona de sensaciones imprecisas, desnudando rencores, decepciones e incertezas en una época del año que invita al acercamiento y al replanteo, en el fondo de la cuestión puede que conozcamos menos de lo que creemos a aquel que se sienta a nuestro lado. Lo apacible del entorno ha quedado definitivamente de lado. ¿Quién será invitado a sentarse a la mesa con el fin de apaciguar los ánimos?