Las edades del amor

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Salvo la “Juventud”, edades que entretienen

Se pasa el rato con esta película en episodios, simple y sin mayores pretensiones. Es la tercera que Giovanni Veronesi ha producido bajo el título genérico «Manuale d amore». Y como presenta tres etapas en la vida amorosa del ser humano, acá y en otros lados se la rebautizó «Las edades del amor». Ese título no está mal, seamos sinceros. Lo que está medio mal es el primer episodio. Por suerte los otros son un poco mejores.

Dicho episodio, «Juventud», nos muestra a un abogado treintañero que disfruta con su linda novia los preparativos de vida en común, aunque percibe la cercana pérdida de libertad. También percibiría algo interesante si logra que una familia de la maremma toscana venda sus tierras. En ese trámite se junta con los amables vagos del pueblo, y con una rubia más que amable. El humor también es amable, con un leve momento de vodevil, pero eso es todo.

El segundo episodio, «Madurez», presenta a un presentador de noticiero, figura pública de peluquin que aprovecha la ausencia de esposa e hija para tirarse una canita al aire con una doctora muy discreta, que ni es doctora ni es discreta, sino una loca atracción fatal que puede llevarlo a la ruina. Ahí el humor tiene parejas dosis de sarcasmo, rídículo y esperpento, marca registrada de cierta comedia a la italiana que tiene sus propias y maliciosas leyes. Poco conocido entre nosotros, Carlo Verdone, el protagonista, es toda una institución en ese campo.

Por último, el episodio con las estrellas convocantes Robert De Niro y Monica Bellucci, «Más allá», que en algunos lados se rebautizó «La edad de la razón». Es la que tiene un profesor norteamericano viudo y operado del corazón, que se instala en Roma, con la feliz desgracia de encontrarse una noche con la hija de su amigo y vecino, confirmando que el otro es un guardabosques cascarrabias, y que el amor no tiene edad. Humor tierno, romántico, bastante previsible pero comprador. Y eso es todo, o casi.

Uniendo cada episodio hay un taxista efebo que dice ser Cupido, al que habría que alejar a flechazos, personaje inútil. Habría que advertir, asimismo, que Bellucci y Valeria Solarino (la novia del comienzo) se mantienen vestidas, la rubia Laura Chiatti muestra algo demasiado fugazmente, y Donatella Finoccharo (la atracción fatal) muestra lo mejor: que es de veras una buena comediante. Ahora sí, eso es todo.