Las cosas que no te conté

Crítica de Ezequiel Boetti - Otros Cines

Las cosas que no te conté se filmó en 2019, pero sus orígenes se remontan hasta 1999, cuando el por entonces joven dramaturgo William Nicholson escribió una obra de teatro basada en la separación de sus padres. Dos décadas después, Nicholson cambió de lenguaje y adaptó al cine aquel guion, dando forma a una película cargada de amor hacia ellos y que funciona como un intento de sanación, de reconciliación con su propio pasado.

Da toda la sensación de que la escritura le sirvió al británico para comprender aquello que de otra forma no hubiera podido: a fin de cuentas, para quien no ha estado en esa situación resulta difícil entender en toda su dimensión qué puede sentir un hombre hacia una mujer luego de estar casado durante casi 30 años y haber formado una familia.

Tampoco le resulta fácil entenderlo a Edward (un inusualmente sobrio Bill Nighy), quien después de 29 años de matrimonio con Grace (Annette Bening) siente que las cosas no dan para más. Una situación patente desde la primera escena, cuando el hombre se hace un té sin ofrecerle a su mujer.

La cuestión es que Edward hace las valijas para empezar una nueva vida junto a otra mujer. Es, desde ya, un baldazo de agua fría para una Grace convencida de que se trata de una de las tantas crisis generadas por el paso del tiempo. Pero el asunto es terminal: Edward le cuenta la verdad, agarra sus cosas y se va.

Entre medio queda su hijo (Josh O'Connor). No es un lugar fácil el de, simultáneamente, lidiar con su propio dolor, enfrentar el duelo de su madre y establecer una nueva manera de vincularse con su padre, todo mientras esas experiencias decantan en una puesta en perspectiva de su manera de vincularse con sus parejas.

Para colmo, los dos eligen contarle sus penurias a él, ubicándolo en el incómodo doble rol de hijo y confesor. Pero de aprendizajes versa esta película triste y contenida, que asienta sus méritos en los notables trabajos de Bening, Nighy y en la manera entre curiosa y respetuosa con que ese hijo observa a sus padres para entender que, antes que eso, son un hombre y una mujer adultos con deseos e inquietudes propias.