Las cosas donde ya no estaban

Crítica de Mex Faliero - Funcinema

UN GUION COMO UN PLANO

La película de Fabio Vallarelli se construye sobre una iconografía que reconoce una tradición del cine moderno. Asentada en la nouvelle vague, especialmente en el cine de Eric Rohmer, traducida a la neurosis neoyorquina por Woody Allen y estilizada en esa trilogía de Richard Linklater, las Antes de…, que clausuró un poco el sistema. Gente que charla, una cámara atenta a esos diálogos, diálogos que suben y bajan en intensidad, un aire de comedia que no es necesariamente cómico, también un clima romántico o incómodamente sentimental. Pero sobre todo la ciudad, como marco y contexto, y como condicionante estético. Las cosas donde ya no estaban -incluso- se aprovecha de esto a partir de la profesión de uno de sus protagonistas, Luca, que es arquitecto.

Luca y Dolores tuvieron un romance cuando jóvenes, y ahora en los treintas se reencuentran, cuando ella vuelve a Buenos Aires para dar un recital. Está claro que Vallarelli conoce el concepto, lo tiene estudiado, y sabe cómo narrar una suerte de road movie urbana que lleva a los protagonistas a recorrer la ciudad durante una noche, mientras habitan espacios que habitaron en el pasado y están cargados de simbolismos. Incluso desde lo corporal Andrés Ciavaglia y Agustina Quinci, los protagonistas, saben cómo jugar ese juego de la seducción y rechazo, del deseo que significa un poco recuperar el tiempo perdido para ambos. Como ocurre en este tipo de historias, la suerte de Las cosas donde ya no estaban está entregada al suspenso en torno a lo que pasará con los amantes. También allí la película acierta, en una resolución que está a la altura del conflicto.

Ahora bien, Las cosas donde ya no estaban se recorre como un mapa de lugares prefijados, como si Vallarelli se amparara para el funcionamiento de su película en la herencia que viene a representar. De ahí que por momentos la película luzca un poco encorsetada en un diseño del que no sabe muy bien cómo tomar distancia. Y eso termina afectando las actuaciones, con algunos diálogos que se escuchan sobrescritos y algunas líneas que son directamente imposibles. La clave vuelve a ser Luca, cuyo conocimiento en arquitectura por momentos es funcional al relato y en ocasiones se vuelve demasiado didáctico. Con sus cosas, Las cosas donde ya no estaban es una película de emociones, que funciona cuando no se la observa impostada.