Las chicas de la banda

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Un volver a vivir bien contado

Si uno solamente lee la sinopsis de esta película creerá que ya ha visto cuatro o cinco semejantes. Craso error. El punto de partida puede ser similar a otras.

El empuje es bastante similar. Pero no el desenlace, y también hay otras cositas distintas en el camino.

Una señora cercana a los 70 años sale del cementerio. Su marido bastante gruñón la está esperando, apurado por volver a casa antes que anochezca. Así le va. Ahora la señora está viuda, le sobra el tiempo, y en vez de arrinconarse en los recuerdos se le da por resucitar un trio musical que tuvo cuando adolescente con sus amigas, una de las cuales todavía está en la materia: dirige el coro de la iglesia. ¿Por qué no juntarse de nuevo y hacer incluso algunas presentaciones? «Tengo la misma edad de Mick Jagger» es una buena razón.

Uno de los hijos es hombre formal, padre de familia, pero le da aliento. Piensa en términos de terapia. El otro es un tiro al aire, insociable, impresentable, un músico fracasado dedicado a remixar y sexualizar cualquier tema. Esas señoras, en cambio, amodorran devotamente el «Ne me quitte pas» que Jacquel Brel grabó allá por 1959, y sólo quieren «volver a los 17» en sus recuerdos. ¿Qué puede pasar si alguna vez se juntan? ¿Si ellas aprenden ciertos secretos vitales del rhytm & blues y el pop moderno? ¿Cómo se puede complicar esa experiencia? Y si llegaran a participar en algún certamen de aficionados, ¿cómo puede terminar su aventura? No crea el lector que van a ganar así nomás como si esto fuera un simple pasatiempo americano. De eso tiene el esquema básico y el gancho, pero no el corazón ni la mirada. Algo inesperado ha de ocurrir, y es natural que ocurra, pero está muy bien contado.

Con dosis adecuadas y alternadas de realismo, sonrisas, entusiasmos, y melancolía, esta comedia dramática demuestra que no todo es «copie y pegue» en la vida, ni en la música, y que el cine belga no lo hacen solamente los hermanos Dardenne. Un nombre para anotar, aunque cueste memorizarlo, Jean-Claude van Rijckeghem, coguionista y productor, de quien acá se estrenó, años atrás, la sentimental «Moscú, Bélgica». Otro nombre más fácil, Marilou Mermans, la veterana y agradable protagonista.