Las brujas

Crítica de Paula De Giacomi - La mirada indiscreta

Loca como tu madre

En Las Brujas de Zugarramurdi Alex de la Iglesia no deja títere con cabeza. Ya desde los créditos nos muestra diferentes mujeres plasmadas por el arte, la religión, y otras aclamadas y destacadas en la historia de la humanidad. Las mujeres son el centro de este universo macabro y atractivo a la vez, son las brujas, la fuente de la maldad, la manipulación y la histeria llevada a su máxima expresión. Pero no nos vamos a poner feministas con el gran Alex que ya demostró a lo largo de los años que tiene vía libre para reírse de lo que se le antoje y nosotros tendremos la autocrítica suficiente para hacerlo con él. Lo interesante del cine de Alex de la Iglesia es que una comedia es mucho más que eso, tocada por la tragedia, el drama, y la crítica profunda, este hombre nos hace reír a carcajadas de las cosas más tremendas que se nos puedan ocurrir apelando al absurdo, pero sin dejar de estar anclado a la realidad.

Las Brujas de Zugarramurdi comienza con el asalto a una joyería, un comercio en donde la gente va a empeñar, vender o comprar sus pertenencias de oro. Este lugar parece estar plagado de anillos de matrimonio, anillos de los cuáles la gente quiere desprenderse por diferentes motivos. Y esto no es un dato menor, porque estos objetos brillantes y valiosos (y lo dice la película) demuestran los fracasos, las separaciones y el dolor contenido en ese oro que ya no vale más que el precio del mercado y un montón de recuerdos de los cuáles es preferible olvidar.

Varios sujetos escondidos en sus gigantescos disfraces de famosos personajes deciden poner en práctica su plan. En combinación con un Mickey Mouse latinoamericano, y un Bob Esponja ruso, José (vestido de Jesús) su hijo Sergio (fruto un matrimonio ya disuelto y motín de guerra de sus progenitores) y Tony (simulando ser un soldado de juguete) irrumpen en el negocio llevándose una bolsa llena de oro. Por supuesto que en todo plan perfecto, siempre algo sale mal, lo que dará como resultado que estos tres personajes (José, Sergio y Toni) se escapen en un taxi manejado por Manuel y un pobre pasajero que sólo quería ir a Badajóz por una entrevista de trabajo. Con el objetivo de cruzar la frontera e ir hacia Francia, terminan pasando por un extraño pueblo detenido en el tiempo llamado Zugarramurdi, habitado en su mayoría por mujeres de diferentes generaciones, plagado de rituales macabros y ceremonias algo extravagantes. Este pueblo está liderado por Graciana (la grandiosa Carmen Maura) su anciana madre, y su hija Eva.

La película está repleta de excesos, choques, explosiones, sangre, mutilaciones, deformidades y situaciones muy bien narradas y con un ritmo que no decae nunca. Pero además de la risa, el absurdo y la repulsión, la historia es una patada en la cabeza, una ácida crítica a las relaciones de pareja, más allá del género y de la obvia relación entre las brujas y las mujeres. Pero como toda pareja está formada por dos partes, observamos también a los pobres hombrecitos víctimas de la maldad femenina, atrapados entre las garras pintadas con esmalte rojo de estos perversos seres. Ellas como arañas que trepan por las paredes, chupan la sangre y se alimentan de las entrañas de estos débiles seres llamados hombres, que se la pasan quejándose de las féminas, pero no pueden dejar de quedar encantados por sus alucinantes poderes. Bueno, en todo caso si hay algún parecido con la realidad es simplemente mera coincidencia.

La dicotomía bien-mal parece estar en pugna durante todo el último tramo de la historia, aunque algunos personajes estén construidos desde ambas facetas y eso es lo más interesante. Llega un momento en donde el caos es absoluto y sólo la muerte podrá poner fin a semejante barbarie. Pero, hasta la muerte se pone en duda en este relato… Entonces la película habrá alcanzado su fin hasta que el tiempo (ese que lo destroza todo a pedazos) dé su último veredicto.