Las brujas

Crítica de Lucas Manuel Rodriguez - A Sala Llena

HABÍA UNA VEZ EN ALABAMA

A principios del mes corriente, con el lanzamiento de pósters y trailers de este film, no faltaron las quejas más cómodas que acostumbramos a encontrar en nuestros tiempos. Todas apuntando a lo innecesario de las remakes y a la imposibilidad de estar a la altura del trabajo de Anjelica Houston; en muchos casos, olvidando que la dirigida por Nicolas Roeg ya era una adaptación de la novela homónima de Roald Dahl.

Más lamentable aún es el ninguneo con el que acostumbran recibir a las obras de Robert Zemeckis de las últimas décadas. “Abusa del CGI” es el ripio favorito del mismo público ofendido que no se atreve a refregarle el uso de imágenes generadas por computadoras a sus amadas aventuras del Marvel Cinematic Multi/Universe, o al Demogorgon de Stranger Things, cuando en esta versión de la Roald Dahl’s The Witches Zemeckis despliega un calibre de angulación, altura y continuidad de planos tan excepcional como ausente en las mencionadas franquicias.

No caeremos en la babosada de solo admirar capturas fijas de esta película, como si el análisis cinematográfico se redujera en alabanzas al preciosismo visual. Es más, admitiremos que las serpientes, los ratones y el gato negro suelen empalagar cuando sus respectivos tiempos en pantalla son prolongados. No obstante, insistimos, lo computarizado está reservado a las figuras de los planos y no -siempre y cómodamente- a los fondos. En este aspecto se destaca la supervisión de efectos visuales a cargo de Kevin Baille, quien congenia puestas en escena con el director de Volver al futuro desde Los fantasmas de Scrooge.

A diferencia de la transposición cinematográfica de hace treinta años, Reino Unido da un paso atrás. Esta es una coproducción entre Estados Unidos y México, con la colaboración de directores consagrados como Guillermo Del Toro y Alfonso Cuarón en el rol de productores. Del Toro había sido el primer interesado en esta nueva adaptación con un film rodado completamente con la técnica del Stop Motion, un concepto evidentemente descartado al correr las décadas. Meses después del triunfo de La forma del agua en los Oscars, el realizador mexicano y Robert Zemeckis empezaron a redactar el guion de la película en cuestión. Más tarde, al confirmarse que el niño protagonista sería un afroamericano en Alabama en vez de un estadounidense en Noruega, Kenya Barris se ocupó de dar las últimas pinceladas a la composición de los personajes principales. La película se filmó a mediados de 2019 y lo único que le arrebató la pandemia fue su posible circulación en la pantalla grande.

Lejos de la última película de Shaft, el sentimentalismo de Roma y la comicidad gratuita, The Witches aborda la tragedia con madurez y vestigios de humor propios de su director. En la Alabama de 1968, los nombres del joven Bruno (Jahzir Kadeem) y su abuela (Octavia Spencer) son casi una ambigüedad a lo largo del relato. Están destinados a representar un heroísmo anónimo. Algo que se termina de declarar apenas la mujer percibe el acecho de las brujas y le asegura a su nieto que ellas prefieren a victimas jóvenes de bajos recursos. Por eso decide esconderlo entre niños de su edad en un Hotel concurrido por familias adineradas; esto no tanto a la manera de La carta robada de Poe, sino más bien a la reinterpretación que le comparte Garganta Profunda a Fox Mulder en la primera temporada de Los expedientes secretos x: la destreza de esconder una mentira entre dos verdades.

Robert Zemeckis le lanza coqueteos a adaptaciones más recientes de los textos de Dahl. Los chocolates, que Anne Hathaway (siempre entrañable, pero qué difícil pararse en los tacones de la Houston sin perder en toda comparación posible) emplea como carnada, son casi idénticos a los Wonka de Tim Burton, y las transformaciones de humanos a ratones se asemejan a los saltos flatulentos que se vieron en El buen amigo gigante de Steven Spielberg. Hay ganas de componer una continuidad, con aires de universos compartidos declarados muy sutilmente.

Como todo buen autor de cine, Zemeckis maniobra también con gestos reconocibles de sus trabajos previos. La escena en la que Bruno comprueba, desde abajo de un escenario, que las brujas no tienen dedos en los pies, como su abuela le había advertido, ¿no es una reutilización poética de cuando Nancy Allen, escondida en el hotel de I Wanna Hold Your Hand, reconoce a la banda de Liverpool con solo ver sus pies? Con las sogas mal aplicadas horizontalmente, pero con grandes resultados al posicionarlas verticalmente, ¿No se advierte un uso desplazado en relación al Philippe Petit de En la cuerda floja?

¿Y qué podemos interpretar de los relámpagos, las descargas eléctricas y los relojes en conexión con la trilogía de los viajes en el tiempo? Está bien, son breves. También sucede que su reiteración sobreexpuesta podría atentar contra la gracia. Sin embargo, hay una serie de simetrías con los movimientos hechos por el trío de ratones en su conjunto que apelan, de nuevo, muy sutilmente a operar en la dirección opuesta de las agujas de un reloj. Como cuando dos ratones salvan a uno de una caída mortal y para esto lo balancean con un efecto de péndulo de izquierda a derecha en contraposición al desplazamiento de las ya mencionadas agujas. ¿No alude esto a una puesta en escena muy meticulosa que nos sugiere la presencia de una muy otra lectura al compararla con la de Roeg?; ¿No hizo algo parecido Quentin Tarantino el año pasado las dos veces que dos grupos de protagonistas visitaron restaurantes mexicanos? Hagan este ejercicio, vuelvan a la escena del principio, después de la reunión con Marvin Schwarzs, cuando Rick Dalton y Cliff Booth abandonan el estacionamiento; vayan también a la escena, más al final, cuando Sharon Tate va con sus amigos a disfrutar de una aparente última escena; noten la fijación de Tarantino con presentar en el plano las flechas de los pavimentos de los establecimientos: los dos autos que nombramos las pasan por arriba en dirección opuesta.

¿No es esta una muy bella manera, poco recurrida, de anticipar lecturas personales a la hora de abordar materiales sobradamente conocidos, sin tomar distancia absoluta de los elementos tratados?…. ¿No? Entonces aléjense para siempre de Robert Zemeckis y contribuyan a los debates de si Charlie Kaufman lo odia o solo bromeaba con él. Todo esto y mucho más auspiciado por la red del ave azul.