Las amigas

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

La carne de la existencialidad

El manifiesto despojo de la mitología para internalizar en los personajes de Las amigas cierta iconografía relacionada con el vampirismo es el principal atributo de este mediometraje de Paulo Pécora.

La ausencia de diálogos pero no así de la utilización de una banda sonora compuesta por sonidos característicos –estridencias, ruidos, gemidos- implican por un lado el reconocimiento desde el punto de vista cinematográfico al lenguaje del cine mudo con ciertas búsquedas estéticas hacia el lado del expresionismo alemán por ejemplo pero también como recurso de una puesta en escena que apela a los aspectos compositivos de la imagen desde lo pictórico.

El Buenos Aires derruido, sucio y lúgubre impone una extraña atemporalidad en pantalla en un relato que atraviesa la condena de la inmortalidad. La metonimia cinematográfica pareciera ser el recurso narrativo que prevalece y sobre todas las cosas una forma de definir a los personajes a partir de particularidades y la austeridad narrativa que hacen a sus características físicas y fisonómicas sin la idea de la estigmatización explícita, pero sí de resaltar la monstruosidad en sus rostros o en fragmentos del cuerpo como las manos en contraste con la intangibilidad de las sombras.

En la progresión dramática que va desarrollando el relato de Pécora, protagonizado por Mónica Lairana –actriz y musa del director-, Natalia Festa, Gladys Lizarazu, Ana Utrero junto a Andrés Passeri, se intercalan secuencias donde predomina la sensualidad y un erotismo cuidado con otras escenas jugadas hacia los aspectos del salvajismo o la bestialidad que no puede estar ausente en un film habitado por monstruos.

El deseo, la sangre y la carne o mejor expresado la carnalidad son los elementos que motorizan la acción pero siempre lo que subyace a esta presentación preliminar es algo más profundo conectado con la veta existencial y el cuestionamiento hacia la inmortalidad, tópico explotado por todo el cine de vampiros, a lo que se suma el paroxismo del deseo carnal como fin sin importar el medio.

Hay buenas imágenes que llegan a convencer desde el punto de vista estético y teniendo en cuenta el escueto tiempo de desarrollo de este cuento tal vez en algunos pasajes se pierde la síntesis de conceptos que afectan al conjunto de la propuesta.