Lady Bird

Crítica de Maria Fernanda Mujica - Otros Cines

Nominada a 5 premios Oscar (Mejor Película, Dirección, Actriz, Actriz de reparto y Guión Original), la ópera prima en solitario de esta prolífica y talentosa actriz del cine independiente norteamericano narra con enorme sensibilidad las vivencias íntimas de una adolescente de 17 años en la poco glamorosa ciudad californiana de Sacramento en 2002.

Saoirse Ronan se convierte en la versión adolescente de Greta Gerwig en Lady Bird. Sus gestos y forma de hablar, hasta el corte de pelo, hacen que sea imposible no pensar que Gerwig eligió contar una historia personal para su primera película como realizadora en solitario (ya había codirigido en 2008 Nights and Weekends con Joe Swanberg).

Una de las características más interesantes del coming of age es la capacidad para narrar la universalidad de las dificultades y alegrías de crecer desde el universo particular de un personaje. Y en las mejores de estas películas lo particular está remarcado en cada detalle.

Lady Bird es un gran ejemplo del género. Christine (Ronan), que se hace llamar Lady Bird, es una chica de Sacramento (allí nació en 1983 Gerwig), una ciudad poco glamorosa de California, que sueña con vivir en Nueva York; tiene una familia que pasa por dificultades económicas y asiste a un colegio católico que le resulta poco inspirador. Las cosas que le pasan son las mismas que a casi todas las chicas de su edad, pero su perspectiva personal es original, como también lo es la forma en que Gerwig elige contarla.

El humor y la sensibilidad que inundan Lady Bird son de un tinte muy propio y un alcance enorme. Gerwig consigue narrar una experiencia común sin caer en los clichés que Hollywood nos entrega una y otra vez, y presentando una visión personal. Por eso, su película tiene una intensidad y una verdad que conmueven.