Lady Bird

Crítica de Carolina Taffoni - La Capital

Decir adiós es crecer

En la historia del cine norteamericano hay muchas películas que reflejan la vida adolescente en el final del colegio secundario: la iniciación sexual, la entrada a la universidad y la difícil relación con los padres y la autoridad en general. "Lady Bird" toca esos temas, pero también aborda otros que no son tan visitados y lo hace con una fluidez y una naturalidad que la alejan completamente de los lugares comunes. La (anti)heroína de esta historia nominada a cinco Oscars (mejor película, dirección, actriz, actriz de reparto y guión original) es Christine "Lady Bird" McPherson (Saoirse Ronan), una chica de 17 años que está terminando el secundario en una escuela católica y que pretende desmarcarse de un futuro previsible para irse a estudiar a alguna universidad progre de Nueva York (ella es de Sacramento, California). La guionista y directora Greta Gerwig (una gran actriz de comedia que acá debuta en la dirección) hace foco en la precaria situación económica de la familia de la protagonista —una familia que no pudo progresar al estilo americano— y sobre todo en la tensa relación entre Lady Bird y su estricta madre, una relación que va del amor al fastidio absoluto en apenas pocos segundos. Con una gran sensibilidad y capacidad de observación para el detalle, Gerwig construye personajes creíbles, que intentan lidiar con las pequeñas y grandes contradicciones que implican el crecer y el dejar crecer a los demás.