Ladrona de libros

Crítica de Marcelo Menichetti - La Capital

En la película “Ladrona de libros” la muerte fue elegida por Brian Percivale, su director, como cicerone de una visita guiada por los días del ascenso al poder del nazismo en Alemania, y por los primeros años de la vida de una niña que asistió al advenimiento de la Segunda Guerra Mundial. Tras perder a un hermano y ser dejada por su madre —perseguida por los nazis— en manos de una familia adoptiva, una nena descubre la soledad, primero, y la reconstrucción de su vida, después, rodeada por un entorno social que se va oscureciendo con el avance de los horrores de la guerra. Con muy buenas actuaciones de Geoffrey Rush y Emily Watson en los roles de dos padres sustitutos, la película resulta un ejemplo de puntillosidad en la fotografía y de la efectividad que puede lograrse en el cine cuando se dispone de una buena historia. La crueldad que nace de la intolerancia y los temores que genera la división de una sociedad gobernada por el miedo, se muestran con mayor ferocidad al contrastar con el inocente mundo de los chicos que asoman a la vida y la descubren en uno de sus más desgraciados pasajes.