Ladrona de libros

Crítica de Alejandra Casal - El Espectador Avezado

El británico Brian Percival, con experiencia en drama periods televisivos como Downton Abbey, dirige Ladrona de libros, adaptación cinematográfica de la exitosa novela homónima del autor Markus Zusak, ambientada en la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto.
La joven actriz Sophie Nélisse, y los experimentados Geoffrey Rush y Emily Watson, se encargan de interpretar los papeles principales de este drama irregular que sigue la historia de Liesel, una niña analfabeta que sufre pérdidas familiares irreparables y es reacomodada con padres adoptivos donde, de a poco, se transforma en una voraz lectora que encuentra refugio en los libros.
Max (Ben Schnetzer) es un judío que llega al hogar en busca de resguardo, se convierte en interlocutor y receptor de las historias de Liesel. A partir de allí, se harán compañía en medio de la difícil situación que atraviesan.
Dada la temática de la película, el drama está presente a lo largo de las más de 2 horas de metraje, pero el abordaje del Holocausto queda diluido en medio de personajes poco interesantes –y bastante exagerados- e historias que parecen oscilar entre un relato juvenil más suavizado, y el horror de la Alemania nazi
Una voz en off –Roger Allam, quien personifica a La Muerte- es tal vez el recurso más desdeñable del film, ya que es utilizado discontinuamente, lo que genera un cambio de registro importante en la narración cada vez que sucede.
La ambientación de época es correcta, y la película tiene imágenes bellas, así como la música, a cargo del compositor John Williams, que recibió una nominación a los premios Óscar en la categoría Mejor Música Original.
Ladrona de libros es un drama sobre una época histórica que ya ha sido retratada en numerosas oportunidades en el cine (con resultados mucho más satisfactorios), con buenas actuaciones y buena banda sonora, pero que no alcanzan para salvar el tono melodramático y repleto de obviedades del extenso film.