Ladrona de identidades

Crítica de Luciana Boglioli - La Capital

El arte de la risa

Su figura subida de peso, cabello desprolijo y rostro excesivamente maquillado ya son motivo de risa. Por eso al mínimo movimiento o gesto que realiza Melissa McCarthy en “Ladrona de identidades” causa las carcajadas más desopilantes. Ya en “Bienvenido a los 40”, McCarthy demostró que su talento actoral no tiene límites y más a la hora de componer un personaje atrevido y sin filtros como el de Diana, una mujer sufrida que se apropia de las identidades ajenas para comprar lo que se le ocurra. La historia comienza cuando Sandy, el brillante Jason Bateman, un hombre honesto y trabajador, descubre que está endeudado y no por irresponsabilidad propia, sino porque Diana se encuentra utilizando su nombre, su tarjeta de crédito, su seguro social, absolutamente todo, para sobrevivir. Al ver que su vida se cae a pedazos, inmediatamente, Sandy decide recorrer cielo y tierra en busca de la estafadora para hacer justicia con mano propia. Pero cuando estos dos personajes se encuentran, suceden cosas inesperadas que cambiarán el destino de ambos. Los que se roban la historia son los protagonistas, dejando de lado a los personajes secundarios, como el de Génesis Rodríguez, la hija de José Luis “El Puma”, o el de Amanda Peet. Episodios como una escena de sexo furioso, bailes y cantos poperos, peleas violentas, diálogos bizarros y momentos emotivos y conmovedores conforman esta comedia que está muy lejos de marcar un antes y un después en el cine, pero que logra eficazmente su cometido: divertir durante 111 minutos.