La viuda

Crítica de Javier Mattio - La Voz del Interior

Como el subte con el que comienza, La viuda atraviesa estaciones de thriller con el golpe de efecto de un recorrido predecible. El filme del veterano Neil Jordan (Entrevista con el vampiro, El juego de las lágrimas) parece desplegar los rieles del género única y exclusivamente para el lucimiento casi solitario de Chloë Grace Moretz e Isabelle Huppert, que así y todo no consiguen hacer demasiado para que la cinta llegue a algún destino.

Frances (Moretz) es una moza de restaurante que encuentra una elegante cartera negra olvidada en el transporte público. Funcional a su nobleza, va a entregarle el objeto a su dueña, veterana que vive sola y la hace pasar.

Greta (Huppert y título original del filme) le habla a la joven de la pérdida de su marido y su hija, a la vez que Frances revela la muerte reciente de su madre. Una parece hecha para compensar el vínculo ausente de la otra, y así ambas representantes de generaciones y culturas excluyentes (Greta es de origen húngaro y toca a Liszt en el piano) inician una afable relación.

La viuda da su primer y desencadenante giro cuando Frances descubre que el hallazgo de la cartera no había sido azaroso, y así la animosidad se hace creciente entre los personajes hasta alcanzar distintos picos de tensión, violencia y crueldad.

La expresividad de Moretz y la destreza de Huppert para hacer de villanas perversas despliegan considerados malabares para sostener un guion lineal, desprolijo y falto de imaginación.

“Soy como un chicle”, dice en un momento Greta al subrayar sus modales de madre acosadora, pero son Jordan y el guionista Ray Wright los que machacan al espectador con fatal y vacía insistencia.

En efecto, no se sabe si Greta está simplemente loca, es una entidad terrorífica capaz de aparecer (y desaparecer) en cualquier espacio o una dama aburrida que usa su inteligencia excéntrica con visos domésticos de Yiya Murano.

Más estimulante sería interpretar a La viuda como el enfrentamiento de una mujer de siglo 20 aficionada a la alta cultura con una joven precarizada, global e inseparable de su smartphone (Greta stalkea a Frances a través de sus redes y fotos digitales de vacaciones), en sintonía con la revanchista El cuento de las comadrejas de Juan José Campanella. Si esa línea existe, quedó extraviada en algún lugar de paso.