La vitalidad de los afectos

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Desafortunados pero afectuosos

El título luce cariñoso, sentimental, optimista: «La vitalidad de los afectos». Según parece, el título de la novela flamenca y la película belga-holandesa que en ella se basa y ahora vemos, sería más bien «Lo infortunado de las cosas». En francés la tradujeron «La merditude des choses». Menos francos, los norteamericanos prefirieron rebautizarla «The Misfortunates». Y sí, hay tipos desafortunados en este relato. ¡Pero son tremendamente vitales y afectuosos! Es cuestión de ver el vaso lleno o vacío. Por su parte, ellos lo prefieren lleno, y vuelto a llenar. La pasan bomba hasta que les explota el hígado.

Ellos son (o eran) el padre y los tíos del protagonista. Ahora él está esperando a su primer hijo y los recuerda. Cada tanto los recuerda. Es lógico, lo criaron, lo ayudaron a crecer, él hacía los deberes en el bar mientras ellos bebían y hasta le hacían probar alcohol a otra criatura, todos estaban felices y orgullosos de sus concursos de resistencia etílica, sus carreras nudistas en bicicleta, y sus orgías de travestidos a la conquista de mujeres. Y había mujeres que se arrodillaban a sus pies, etcétera. Así habrá nacido él, que ahora no sabe qué hacer con su posible vástago.

Esa es la historia, que va y viene entre los recuerdos, a veces divertidos, a veces vergonzantes. Son «recuerdos de años a los cuales no podemos volver para mejorarlos», según él mismo dice. Pero el tiempo, la vida, la abuela, algunas visitas desagradables, y el cuerpo que pasa factura, hicieron que todos fueran madurando un poco. En el fondo, eran buenos tipos, como el padre sacrificado que se gastaba el sueldo en los bares porque «era su manera de protegernos del capitalismo». En fin.

La cosa no termina ahí, ni eso es todo. Tampoco es ésa la única clase de humor que vemos en la película. Hay también, desgraciadamente, varios momentos de humor escatológico, bastante desagradables, algunos otros malos ejemplos, y una melancolía incómoda en quien recuerda, cercana a la sensación de resaca. Y mucha sinceridad. La película es de Felix van Groeningen, sobre novela casi autobiográfica de Dimitri Verhulst, conocido representante de la fundación flamenca Cerdos en Apuros. Una adaptación local bien podría hacerse en cualquier villa o monobloque, sin mayores diferencias.