La vitalidad de los afectos

Crítica de Laura Osti - El Litoral

Pasiones desatadas, libertad condicionada

El título original de la novela del escritor belga Dimitri Verhulst es De Helaasheid der Dingen, algo así como “El infortunio de las cosas”. Nada que ver con el título con que se conoce aquí la versión cinematográfica de Felix van Groeningen: “La vitalidad de los afectos”.

Desde ya que el título original tiene más relación con el contenido, aunque los afectos sean también protagonistas ineludibles en la historia de los Strobbe en su país natal.

Son cuatro hermanos que viven con su madre, una pensionada que tiene que hacerse cargo de los grandulones porque ellos son vagos, jugadores y bebedores empedernidos, que se gastan lo que tienen y lo que no tienen en juergas. Las deudas los acosan y siempre terminan parasitando a la anciana, que no es capaz de ponerles límites a sus vástagos. ¿Del padre?, ni noticias.

En ese ambiente está tratando de crecer Gunther, un niño de trece años, hijo de uno de los hermanos, a quien la madre abandonó a poco de nacer.

El relato está narrado en primera persona por el protagonista, quien en su vida adulta, es un escritor de novelas, a través de las cuales, aparentemente, ha logrado no sólo tener un digno pasar económico sino también exorcizar los fantasmas de su infancia, dolorosa, por cierto.

Gunther ha tenido que pasar los años más tiernos de su vida entre borrachos desaliñados, groseros y violentos, sin madre, y con una abuela de muy buenos sentimientos, pero víctima también de los abusos de esa banda de desconsiderados llamados hijos.

El pequeño es sometido a todo tipo de presiones para tratar de inclinarlo hacia las mismas malas costumbres de su padre y de sus tíos, pero algo se rebela en su interior, una necesidad de zafar de las garras de ese ambiente autodestructivo y promiscuo. Dotado con una sensibilidad y una inteligencia especiales, aprovechará las oportunidades (aunque pinten calvas), para buscar y al fin, encontrar, una salida a su situación y así, quizás, evitar ese destino poco promisorio que caracteriza a los miembros de su familia.

Familia disfuncional

La vida cotidiana de los Strobbe es un caos, un caos existencial, económico, afectivo. Es una familia completamente disfuncional, incapaz de establecer relaciones normales y durables con otras personas. El relato de Van Groeningen asume el caos como estilo narrativo y muestra las cosas como son, sin analizarlas ni juzgarlas. Solamente se intercalan algunos párrafos en off dando cuenta de que se trata de la historia contada por uno de sus protagonistas, varios años después. Son los recuerdos de Gunther adulto los que se expresan, y como todos los recuerdos, sobre todo de la infancia, son más bien desordenados y si a eso se le agrega el entorno, literalmente bochornoso, se entiende que la subjetividad domina por completo la escena, llevando a situaciones extremas o disparatadas a cada paso, porque se trata de una subjetividad extravertida y ruidosa, por lo general.

En el presente narrativo, Gunther es un joven treintañero, que ha logrado hacerse un lugar en la vida, pero para ello tuvo que pagar el costo de renunciar a su familia. Por decisión propia, a los trece años se refugió en un internado para chicos con problemas y a partir de allí, comenzó su recuperación. Pero los lazos familiares no son tan fáciles de romper y la vida lo pondrá ante pruebas y zancadillas difíciles de eludir, aunque con el tiempo, logrará reconciliarse con sus orígenes y seguir adelante.

Es un relato de iniciación, con ribetes costumbristas y con final alentador, donde el esfuerzo personal le gana a la adversidad y a la orfandad.