La vida útil

Crítica de Eduardo Benitez - HaciendoCine

Una película memorable

Luego de Acné (2008), el uruguayo Federico Veiroj regresa con un segundo opus que homenajea a la vieja cinefilia, aquella que se educó al calor de las Cinematecas. Se estrena hoy en la Sala Lugones.

La vida útil retrata por lo menos dos cosas. Por un lado, un trabajo arqueológico sobre ese reducto cinéfilo en peligro de extinción llamado Cinemateca, y por otro la búsqueda de una experimentación de los procedimientos cinematográficos anclada en una declarada devoción por la vitalidad de un cine clásico que parece no retornar.

Narrado en riguroso blanco y negro, el film escenifica los días en que Jorge (el crítico de cine uruguayo Jorge Jellinek) un empleado de la Cinemateca de Montevideo deberá afrontar la debacle de dicha institución. Nuestro héroe, un hombre de 45 años que ha trabajado allí desde los 20, deberá asumir la situación crítica de la institución y pasará por una especie de proceso de duelo. La película sufre claramente un quiebre promediando el metraje, logrando una mayor libertad creativa a medida que avanzan los minutos, cuando logra salir de la pesadumbre de la Cinemateca para dar una bocanada de aire fresco encauzando y eligiendo a la calle como decorado ejemplar. Como bien lo declara su director de fotografía, Arauco Hernández, en el número de HC que se encuentra en las calles “en la primera mitad de la película tratamos de atrapar el espíritu de la locación: la cinemateca uruguaya. Buscamos intervenirla lo menos posible, que el lugar hablara por sí mismo. En la segunda mitad, ya libres de la cinemateca, nos dedicamos a homenajear al cine clásico. Sobre todo al final, donde decidimos que todo se fuera al diablo, que la película se tornara una locura total”.

Y esa “locura total” es lo que hace de La vida útil un film extremadamente atractivo. Federico Veiroj podría haber hecho una película que se regodeara en la nostalgia por la pérdida de panteón cinéfilo. Sin embargo en su segunda mitad redobla la apuesta y el relato adquiere una algarabía y una fuerza inéditas, evitando todo sentimentalismo y apoyándose, sobre todo, en la utilización de la banda sonido como un elemento narrativo fundamental.

Hay una primera mitad, entonces, en la que la película parece descansar en el dato sociológico mostrando el tramiterio cotidiano, el pedido de auxilio de los trabajadores de la Sala para que esta no desaparezca, etc.

Pero si en esa primera parte Jorge tiene que soportar el cierre de la institución como un hecho pesadamente luctuoso; en el segundo tramo del film el personaje revivirá una fiesta particular “reescribiendo”, reconfigurando su pasión por el séptimo arte en carne propia (protagonizando pequeñas viñetas en las que parece sentirse inmerso en el universo del musical, del film de gangsters, etc.) como una especie de reconciliación cinéfila. ¿La vida útil, comedia de rematrimonio?