La vida secreta de tus mascotas

Crítica de Jorge Luis Fernández - La Agenda

Tras su estreno la semana pasada, era número puesto que El buen amigo gigante de Steven Spielberg sería la perlita de las vacaciones invernales, pero no era esperable que la distancia con los nuevos tanques (en términos de calidad, claro, no de números finales) fuese tan grande. La vida secreta de tus mascotas, la apuesta de animación de la semana, es el último invento de Chris Renaud, creador de los Minions. Nada, ni siquiera el corto de Stuart, Kevin y compañía que se proyecta antes de cada función, podría asociar al humor absurdo y slapdash de Mi villano favorito con la discreta simpleza del nuevo film.

Cuando los dueños salen a trabajar, el perro Max (voz de Louis C.K.) y sus amigos mascotas tienen por costumbre salir a pasear por Manhattan. Max se agarra un entripado el día que su dueña aparece con Duke (Eric Stonestreet), un perro más grande y ventajero, si bien torpe, que quiere ganar el favoritismo hogareño pero no le da el piné (en la versión doblada, su voz la hace el comediante Campi). Pronto Max domina la situación, cuando durante otro paseo resultan secuestrados por la banda de Snowball (Kevin Hart), un conejo desquiciado, probablemente inspirado (aunque más light) en Blue, el conejo heroinómano de Fritz the Cat (Ralph Bakshi sobre el cómic de George Crumb, 1972).

Snowball y su pandilla son una suerte de cruzados contra el yugo humano; en cambio Max, el protagonista, aboga por la sumisión. Si existe un segundo mensaje, como en la brillante Zootopia, es un mensaje conservador. Pero La vida secreta de tus mascotas no es Zootopia, ni mucho menos Toy Story, film del que extrae la idea de “autonomía en ausencia del amo”. Es apenas un largo prolijo, cándido y escaso de dinámica, envasado al vacío y con salida directa al público infantil; dos escalones por encima de Baby TV.