La vida que te agenciaste

Crítica de Ariel Abosch - El rincón del cinéfilo

Durante los primeros años de la década del ´90 un grupo de jóvenes veinteañeros, estudiantes vinculados al mundo de las letras, sienten la necesidad de escribir poesía, aunque no tengan un referente, un guía a quién seguir. Y, como toda persona de esa edad, precisa naturalmente rebelarse, discutir lo establecido. Entonces para llevarlos a los hechos y que no queden en sólo palabras crearon una revista literaria, con un nombre sugestivo, “18 whiskys”. A través de ese medio podían expresarse, escribir lo que querían, sin censura, pero, por una lucha de egos y desavenencias personales, únicamente se editaron dos números dobles. Para reflotar esos recuerdos Mario Varela, integrante de aquel grupo, filmó este documental.

No se escuchan arrepentimientos por no haber continuado con el proyecto, sólo anécdotas y añoranzas de esos tiempos. Hay un narrador principal, Jorge Aulicino, quien relata la historia de la revista y de los integrantes del grupo sentado en un confortable sillón del living de su casa mientras fuma en pipa. El director también está frente a cámara en todo el documental, donde se va encontrando, uno a uno, con sus ex compañeros y charlan sobre el protagonismo que tuvieron en ese entonces, y en la actualidad, dentro del mundo literario.

A ellos les gustaba, y les sigue gustando, beber vino, especialmente, y lo hacen notorio en pantalla porque el director exhuma una filmación casera, en la que están todos juntos y en ciertos casos, por separado. Charlan entre ellos, o hacen declaraciones a cámara, todos bajo las influencias de un alto contenido etílico.

De jóvenes se los ve diciendo varias cosas inconexas, de adultos, ven esos momentos de otro modo, filosofan lo que ocurrió con la poesía en los últimos 25 años. Algunos de ellos también recitan poemas.

El director, aprovecha el tiempo al máximo, se mueve constantemente para reunirse con ellos nuevamente, aunque los visita a uno por uno. También viaja a otras provincias y, como si fuese poco, a Japón y Filipinas. Todo dentro de un concepto estético y narrativo uniforme que le da sentido a lo que quiere transmitir al espectador.

Los poetas recuerdan sin melancolía. Añoran, pero no entristecen. Saben muy bien que su vida es el ahora y que aquello fue una linda locura juvenil.