La vida dormida

Crítica de Rodrigo Rago - CineFreaks

Las mujeres de la familia.

Enredada entre retazos del pasado e imágenes del presente, La vida dormida propone presentar un audiovisual en donde se contempla el ascenso político en la carrera de Juan Labaké, mientras que en el trasfondo se comienza a formar una posición con respecto al rol de la mujer en el patriarcado político.

Dirigida por Natalia Labaké, este documental se construye a partir de la utilización de imágenes de archivo que los propios integrantes de la familia capturaron en determinado momento de sus vidas. En ellos observamos como personaje principal a Juan Gabriel Labaké, un abogado reconocido por tener de clientes a Isabel Martínez de Perón y a Zulema Yoma, ex esposa de Carlos Menem, a quien justamente asesoró y con quien también compartió boleta electoral por el partido justicialista.

El cambio de rumbo se presenta cuando la película trae a colisión la primer imagen del presente, en donde no solo se advierten cuerpos envejecidos sino que también, comienza a mostrar hacia donde la película tiene intenciones de dirigirse. Aquí es donde se nos presenta una nueva mirada, la cual busca hacer foco en las mujeres de la familia, sobre todo en Agustina (hermana de la realizadora) quien sufre trastornos de ansiedad, y en Bibiana (tía de la realizadora) una mujer mayor que tiene problemas de memoria y anhela el final de sus días.

A partir de ese momento, la película hará un quiebre entre pasado y presente al cruzar y hacer chocar las imágenes que poco tienen que ver la una con la otra. Y poco tardaremos, nosotros los espectadores, en notar que en el aire fluye una indecisión discursiva que trasparenta una estructura deshilachada y una narrativa perezosa. En ningún momento se nos da a conocer algún que otro posible desenlace para los problemas que esta cinta expone, que por cierto se encuentran más ligado a lo terapéutico que a lo político.

Es así como La vida dormida se conforma con mantener una línea estética similar a obras como Silvia (de María Silvia Esteve) o El silencio es un cuerpo que cae (de Agustina Comedi), pero que poco logra hilvanar en las ideas que esta se propone.