La vida de Anna

Crítica de Isabel Croce - La Prensa

Ubicada en la Georgia de los años "90 (patria de importantes creadores como Pirosmani, Ioseliani, Balanchine y nuestro conocido Robert Sturua), "La vida de Anna" es un drama social con una serie de elementos que actúan como referentes de la situación de la mujer sola con niño (en este caso, un pequeño autista), insuficientemente contenida como para afrontar la sobrevivencia cotidiana, a lo que se suma un conflicto de salud familiar que la obliga a pensar en emigrar en busca de mejores condiciones de vida.

Anna no consiguió un trabajo acorde a sus estudios y hace lo que puede en casas de familia y un restaurante de la zona. El padre de su hijo le dejó la casa para que se quede con el niño, que debe ser derivado a un establecimiento asistencial por su condición. Anna no sólo intenta obtener una visa para poder emigrar a un país que le dé mejores condiciones de vida, sino que sigue ocupándose de su abuela que ya muestra algunos problemas mentales.

MELODRAMA ACTUAL
Interesante presentación de una directora joven que sabe manejar los recursos del melodrama, aunque desbarranque un tanto al final y cuenta con una notable actriz, Ekaterine Demetradze, que logra transitar el delicado equilibrio del melodrama sin caer en el tremendismo ante tamaña suerte de cataclismos que acumula el guion.
Bien contada, con un buen uso de los tempos dramáticos, quizás con demasiadas subtramas que resolver y un final sobrecargado, "La vida de Anna" merece verse por la actualidad de sus conflictos, sumados al drama de la necesidad de emigrar con la presencia de traficantes que lucran con el negocio de los que deben buscar una salida en deplorables condiciones.