La vida de alguien

Crítica de Marianela Santillán - Proyector Fantasma

Nostalgia por la ausencia

En el marco del 29 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, tres películas argentinas compiten en La sección de Competencia Internacional: Jauja de Lisandro Alonso, La vida de Alguien de Ezequiel Acuña, y El perro Molina de José Celestino Campusano.

La vida de alguien es la cuarta película de Ezequiel Acuña, el realizador detrás de Nadar Solo, Como un Avión estrellado y Excursiones, y funciona como una suerte de regreso y a la vez posible culminación de un estilo narrativo y cinematográfico.

Sus tres películas anteriores brindaron en mayor o menor medida un lugar a la melancolía, y a las distancias: en Nadar Solo un Martín Cánepa (Nicolás Mateo) anhelaba el reencuentro con su hermano mayor mientras junto a su amigo Guille (Santiago Pedrero) buscaba orientar su vida o sólo pasar el tiempo; en Como un avión estrellado otro par de hermanos (Ignacio Rogers y Carlos Etcheverría) llevaban sus vidas como podían entre fracasos económicos y amorosos, y en Excursiones -tal vez la película más divertida del realizador- se producía el reencuentro entre dos amigos de la secundaria (Matías Castelli y Alberto Rojas Apel) diez años después, pero no todo era ni se sentía como antes.

En esta nueva película se mantienen los toques nostálgicos y otra vez aparecen los tópicos ya comunes en el cine de Acuña: amigos ausentes, la hermandad, angustia, reencuentros que no terminan de asimilarse, y sobre todo la música. Todos los que somos habitúes al cine de este director sabíamos que era cuestión de tiempo hasta que llegara una película sobre una banda -ahora sólo nos falta una película sobre Chacarita Juniors- y con La vida de alguien eso ocurre.

Guille (Santiago Pedrero, sí también así se llamaba su personaje en Nadar Solo) es el guitarrista de una banda disuelta hace muchos años luego de haberse suspendido la grabación de un disco. Ahora, a partir de una propuesta de reflotar y editar ese álbum, este joven convoca al cantante original (Matías Castelli). Ante la ausencia de Nico (Ignacio Rogers,), antiguo bajista, se suma un chico más joven (Julián Larquier Tellerini, a quien vimos recientemente en La Princesa de Francia), un nuevo batero y una bella ejovencita (Ailín Salas) como corista. Comienza la gira y con ella las complicaciones, los celos y las inseguridades a la vez que un manager presenta proyectos demasiado buenos, que tal vez sólo vengan a complicar más las relaciones.

Como bien lo hicieron en el pasado bandas como Jaime sin tierra, Interama, Mi tortuga Montreaux, o Mi pequeña muerte, la banda uruguaya La foca– que ya musicalizó Excursiones– aporta el complemento – o bien el rol protagónico- ideal para esta película que recibe su título en referencia al quinto disco de la banda, y a la canción La vida de alguien.

Así, entre viajes y actuaciones en vivo, se van desplegando y sumando los elementos del universo Acuña, mientras se conecta a Santiago Pedrero con las historias de Nadar solo, Como un avión estrellado y Excursiones y se les da otro significado. De esta forma, La vida de Alguien emana nostalgia y emoción de comienzo a fin: desde el elenco actoral -todos los chicos Acuña-, pasando por la vestimenta repetida de película a película en personajes como Nico, o incluso nuevamente las reminiscencias a Jeff Buckley en la playa.

¿Otro dato que genera nostalgia? La película esta filmada en 35 mm.

¿Será esta cuarta película un cierre de ciclo en la vida de Acuña? Sea como sea, celebramos enormemente su regreso a la gran pantalla.