La vida de Adele

Crítica de Fernando Herrera - Mirar y ver

El amor y lo esquivo

Todo comienza entre clases. Conocemos a Adèle (personaje que terminará por devorarse a la propia película) en su clase de literatura, un espacio reconocible ya visitado por el director Abdellatif Kechiche en su anterior (y notable) Juegos de amor esquivo. En ese escenario se establecen las primeras pautas del mundo de Adèle, adolescente sensible e insatisfecha que desea ser maestra y vive en una casa de las afueras de París con su familia típica de clase trabajadora. En la escuela tendrá sus primeras experiencias amorosas con un compañero. Allí también la irá a buscar Emma, en todo sentido un amor de otra clase.

A pesar de la reticencia de Adèle a expresar lo que le pasa, el grado de acercamiento absoluto hará que no quede nada sin explorar de su vida. Se mantendrá omnipresente en las intensas tres horas que la pintan de cuerpo entero. Como Emma, que la usa de modelo para sus cuadros. Algo mayor que Adèle, Emma es una estudiante de bellas artes (no hay artes feas) con una familia que la comprende y la apoya en sus elecciones.
El conflicto latente de la aceptación de la homosexualidad en Adèle se va diluyendo hasta quedar en segundo plano. y finalmente desvanecerse. Lo que importa es la naturaleza esquiva del amor, en cualquier relación. Está claro que hay amor entre Adèle y Emma, y hacerlo tangible es uno de los mayores méritos del film. Un film que nunca abandona su estructura convencional pero que logra entre las dos protagonistas y un director atento a los detalles un compromiso pocas veces visto. Por otra parte, lo explícito de sus escenas sexuales no debería escandalizar tanto. Jane Birkin lo hacía en Yo te amo, yo tampoco hace ya demasiado tiempo.
Se ha comparado a La vida de Adèle con El desconocido del lago, que pronto tendrá su estreno en Argentina. Las similitudes son superficiales. Ambas francesas, prestigiosas y premiadas; y polémicas por su abordaje de la sexualidad. Pero tanto el enfoque como la puesta en escena son muy distintos. A la precisión absoluta del film de Guiraudie se opone la inmediatez del registro de Kechiche, que logra intimidad pero deja cabos sueltos (algunos personajes, como los padres de Adèle desaparecen sin más). Habrá una nota más amplia cuando se estrene El desconocido.

Adèle Exarchoupolos pone todo lo que tiene, hasta su nombre, y Léa Seydoux es una gran actriz. Más allá de los premios (Palma de oro en Cannes, nada menos), de las polémicas varias (que es muy explícita, que no es fiel a la novela gráfica en que se basa y un largo etcétera), hay una película que respira y un personaje inolvidable.