La vida de Adele

Crítica de Daniel Cholakian - CineramaPlus+

UNA MUJER DESCASADA

1. “Entre los jóvenes que he atraído había uno que noté.
Mi mirada cayó particularmente sobre él.
No me di cuenta del placer que sentía.
Flirteaba con otros, no con él.
Quería verlo, no complacerlo.
Parece que el primer amor comienza con esta sinceridad”.
(fragmento de ‘La vie de Marianne’, novela inconclusa de Pierre de Merivaux entre 1727 y 1740 leído en una escena de la película)

En esta lectura asumida en primera persona tanto por el personaje como por el realizador, se expresa la relación básica que organiza la película: la que existe entre la mirada y el placer.

El goce personal que produce mirar al otro. Hay un juego de encadenamientos desde la primera escena. En ella el realizador impone al espectador el lugar de aquel que observa deseando. Lo hace consciente de esa operación. Lo invita a asumir sin culpa el lugar de quien mira para complacerse y no para complacer al otro. Y encadenando esa fascinación que opera desde la butaca, Adele descubre el mundo también a partir de la mirada.

La mirada configura al cine mismo. No hay cine sin mirada del otro. Del que mira para su propio placer. El espectador de cine nace en el mismo momento en que descubre que “quería verlo y no complacerlo”, que desea profundamente experimentar el propio placer al mirar. Allí, con esa sinceridad, se descubre el primer amor con las películas. Kechiche a partir de las múltiples miradas -la del espectador, la de Adele, la de los adolescentes descubriéndose y la propia- reconstruye dialécticamente la concepción clásica del cine en esta película.

Adele es una joven hermosa, seductora, ingenua, voluptuosa. Es una adolescente en construcción. La relación con Thomas, como casi cualquier relación amorosa entre adolescentes, comenzará a partir de seguirse con los ojos. Sin embargo mientras Thomas es quien mira a Adele, ella cruzará su vista con la de Emma. Esa mirada casual que descubre en medio de la ciudad a la bella joven del pelo azul, también le permite descubrir su propia identidad sexual.

2. “La idea en la obra de Sartre es que la existencia precede a la esencia.
Nacemos, existimos y nos definimos por nuestras acciones.
Eso nos da una gran responsabilidad. Él dijo que podemos elegir nuestras vidas
sin depender de ningún principio superior.
Me hizo muy bien leer a Sartre en la escuela,
especialmente para afirmar mi libertad y mis propios valores”
(Emma a Adele en su primer encuentro en una plaza, a propósito de la filosofía de Jean Paul Sartre)

El primer encuentro entre Adele y Emma es pudoroso, pero es a la vez el momento en que se despliega la idea central que estructura la película. La disputa sobre la noción de libertad. Lo que comienza allí, en ese encuentro que se prolongará en un intensa historia de amor, es el modo en el que el director propone un debate sobre la libertad ¿Está cerca de esta concepción absoluta que plantea Emma y en su aparente conducta a lo largo de los años, que supone la (auto) construcción del sujeto en su acción libérrima? ¿O por el contrario el sujeto está construido por su cultura, su entorno, las instituciones que lo sujetan, incluso en el marco de libertad que las decisiones como asumir la propia sexualidad suponen?

La película es un discurso sobre la libertad.

Un discurso que propone el debate, a la vez que un discurso político, sobre la libertad. De la libertad dentro de una sociedad capitalista moderna. Despojado de la idea de un Dios o de una esencia de lo humano, Kechiche dispone el devenir de la vida de Adele para pensar esta noción. Frente a la idea de la propia existencia como única constructora del sujeto libre y autoconsciente, aparece una existencia en la cual el sujeto se constituye sujetado por un sinfín de dispositivos que lo estructuran y condicionan. La familia, la educación, el campo intelectual, la condición de clase, el trabajo, los amigos de la adolescencia, todos ellos implican acciones y discursos con los cuales carga Adele en el proceso de (auto) construcción como mujer, como pareja, como profesora, como compañera de trabajo.

Aun así, Kechiche abre la puerta a pensar en el azar y el destino. Deja allí la duda para que el espectador complete ese complejo de ideas que nunca se cierra.

Lo que la película cuenta –y de allí lo acertado del título- es como la vida es un espacio de márgenes de libertad ¿Cuánto de lo que ocurre es decidido por Adele? ¿Por qué en el agasajo que hace a las amistades de Emma, ya como dueña de casa, sirve fideos a la bolognesa?

3. “Las ideas se apoderan de mí. Soy una mujer.
Cuento mi historia”
(fragmento de ‘La vie de Marianne’ )

Soy una mujer y tengo mi propia voz. Esta afirmación está claramente relacionada con la idea de libertad que atraviesa toda la película. ¿Cuál es la propia voz?

La identidad autoproclamada, “soy una mujer” es una construcción. Social, individual y política. El trazo que une la manifestación obrero estudiantil con la marcha del orgullo LGTB establece este vínculo. La película es también el proceso de construcción de esa voz. Una voz que, a pesar de que la ruptura con el canon sexual supone una liberación, sigue apagada y escondida. Porque La vida de Adele es sin dudas compleja, contradictoria y abierta.

Todo lo que la película tiene de inteligente, sugerente y fascinante no sería tal si no hubiera contado el realizador con la encarnación perfecta del personaje que construye Adele Exarchopoulos (Es bueno contarle a los lectores que el personaje de la novela gráfica en la que está basada la película no se llama Adele y que Kechiche le puso el título a la película por lo inescindible que resultó el personaje de la actriz). La actriz construye a su personaje tanto a partir de una corporalidad expansiva erótica, ingenua y seductora hasta en el mínimo gesto, como desde un misterio interior tan intenso como insondable. Junto a su compañera Lea Seydoux (Emma), sostienen el andamiaje de sentido que encadena el director. Sin ellas nada sería lo que es.

Ni en La vida de Adele ni en la vida de los otros (nosotros) que miran (miramos).

Por Daniel Cholakian
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