La vida anterior

Crítica de Pablo Raimondi - Clarín

En clave de traición

Dos cantantes de lírica enamoradas del mismo hombre son las que componen Elena Roger y Esmeralda Mitre en este drama.

Basado en el libro La maestra de canto, de la escritora y cantante Silvia Arazi, La vida anterior se mete en la vida de Ana (Elena Roger), una aspirante a voz lírica que desde hace siete años está en pareja con Federico (Sergio Surracco), quien toca el violoncello en una Sinfónica. Pero su vigor y talento queda plasmado en la pintura.

Desde un comienzo, la opera prima de Broitman (dividida en tres capítulos) aparece encorsetada en lo teatral, dándole un carácter señorial a ciertas escenografías como el caserón donde vive Mara (Adriana Aizenberg), la glamorosa maestra de canto de la protagonista. La exageración parece ser una constante en este filme novelado: pasos que retumban, una dramática voz en off, los sonidos tangueros de fondo (“la dulce voz de la tragedia”), un óleo en llamas o el demacrado semblante final de Federico.

La llegada de Ursula, una alumna de canto lírico encarnada por Esmeralda Mitre, es crucial para la hasta entonces feliz pareja. La admiración que Ana siente por ella, la lleva a presentársela a su marido: comienzan los problemas.

Por más que Mitre cargue en su personaje con un gran vacío y misterio (con riesgo de llevar a la película hacia un cono de sombras y depresiones sin salida), su impactante figura y dramática voz acomoda los roles de este reciente triángulo amoroso: Ana pasará a un segundo plano, la envidia y celos (inseguridad) la dominarán y Ursula deseará secretamente a Federico. El, entre dos mundos, pagará el precio de la pasión.

Un viaje a Uruguay que alimenta sospechas, los enigmáticos regalos de la rubia (¿quién ofrenda un gato negro?), la música -entre otros- de los compositores Franz Schubert y Henri Duparc (engarzado con Charles Baudelaire en un libro) sumado a la semilla de la traición amorosa, condimentan a La vida anterior, una obra demasiado prolija que resalta el papel de León (Juan José Camero), que despierta admiración por el fracaso rotundo” que carga sobre sus espaldas.

Los mejores momentos de la película se dan durante las escenas de concierto. Allí se puede disfrutar la brillante voz de Roger y Mitre. La primera muta, su rostro aparece pétreo, con la mirada ausente, lejos de la fragilidad de la actriz. Ursula mantendrá siempre una fuerte estampa en sus dos facetas.