La verdad

Crítica de Alejandra Portela - Leedor.com

Estreno potente para una nueva etapa de cine presencial en Argentina. El primer film realizado en Occidente de este director japonés que viene de larga incursion en festivales internacionales como Venecia y San Sebastián pero que tuvo su primer reconocimiento esplendoroso hace más de 20 años con After life, luminosa metáfora sobre la muerte.

Hace menos tiempo, en Cannes se llevó el premio mayor con Un asunto de familia (la recomendamos, se puede ver en Netflix), reflexión sobre los lazos familiares y sociales, los bienes materiales, las pertenencias y la propiedad privada en el interior de una de las sociedades más exitosas y materialistas del mundo contemporáneo.
De aquel Japón y sus costados marginados, Kore-eda pasa en La verdad al corazón mismo de la cultura francesa. El cine francés retratado a través de dos actrices emblema: Catherine Deneuve y Juliette Binoche, y voy a decir algo poco inteligente: si no estuvieran ellas en los protagónicos, tal vez hubiera sido otra la pelicula de la que estamos hablando ahora.
Aún cuando desde su título poderoso instala una pregunta sobre la verdad, concepto siempre vigente, siempre actual, central en la filosofia occidental, pocas veces la palabra “verdad” se menciona a lo largo de la pelicula. En uno de esos momentos la pequeña hija de Lumir se pregunta si eso es verdad porque su abuela hace magia y convierte en animales las personas que no le gustan. Resuena curioso que la mirada de la niña, que no ocupa realmente un papel menor en la historia, sea la que nos trae la cuestión sobre qué cosa de la verdad le interesa a Kore-eda.
Voy a decir otra obviedad y es que el mundo del cine, el cine dentro del cine apela al duelo mentira-verdad para merodear el tema de la maternidad, tal vez la verdadera verdad de la que la pelicula quiere hablar.
En todo caso, el egocentrismo de una diva, el rechazo que siente su hija, los castigos y los premios de esas relaciones tampoco son dechado de originalidad, y hay muchas más peliculas màs profundas sobre el tema. El papel del marido estadounidense, actor de cuarta categoria, que entiende poco y nada el francés que se habla a su alrededor, en la parodia que hace Ethan Hawke se convierte en una critica al status quo norteamericano. Aca no tiene nada que hacer porque es el cine frances el que importa.
La verdad, en definitiva, se presenta vestida con un ropaje poco ambiguo, extremadamente claro, pero con sutilezas que la acercan más al cine de Ozon que al del mismo Kore-eda