La verdad oculta

Crítica de María A. Melchiori - Cine & Medios

Sin justicia para los débiles

Cuando fue destinada a la zona de conflicto de la ex Yugoslavia como parte de la fuerza de paz de la ONU, la oficial Katryn Bolkovac (Rachel Weisz) jamás imaginó que terminaría envuelta en una sórdida trama de corrupción y violencia. Las angustias de la postguerra y la crisis humanitaria han servido de telón y soporte para encubrir un negociado atroz sustentado por una empresa multinacional, del que participan las propias fuerzas de paz por acción u omisión. La vida, la carrera y la estabilidad emocional de la agente peligra a medida que se adentra en un drama cuyas ramificaciones llegan a las esferas más altas del poder.
Basada en una historia real, "La verdad oculta" (cuyo título original significa "La delatora" o "La soplona" en inglés) contiene en su trama central el perfecto resumen de un drama que parece tan difícil de erradicar de cualquier sociedad, justamente por las pocas personas que se atreven a hablar del tema. Resulta casi justicia poética que el personaje de Rachel Weisz, una agente de policía que ha perdido la tenencia de su hija, sea quien devela esta trama desgarradora de trata de personas que un conflicto como la guerra de los Balcanes volvió más monstruoso de lo que de por sí es. Su actuación es de alto impacto y a la vez convincente. No cuesta creer nada de lo que sucede en la pantalla, aunque podría pensarse que hay excesos; la propia autora y verdadera protagonista de la historia, la Katryn Bolkovac real, admitió no pocas veces que hubo que suavizar algunas situaciones para que no se vieran inverosímiles.
Sin embargo, el ambiente de sordidez, angustia y terror que envuelve al espectador es un cachetazo ineludible y certero; el mérito del equipo de dirección y producción es haberlo logrado con acierto.
En tiempos donde la trata de personas y la violencia de género son temas centrales de debate en el mundo (siendo la Argentina un país que ha demorado bastante en subirse al tren en ese sentido, si la encuadramos en el resto de Latinoamérica), un filme como el de la novata Larysa Kondracki es tan necesario como revelador.
Por estos méritos, y salvando algún desacuerdo que podría tenerse respecto del guión y ciertos efectismos menores (justificables desde una necesidad de refuerzo dramático, aunque no sumen humanidad a la historia) es que merece verse en cine esta película. Quien entre buscando verdades, no saldrá decepcionado. Aunque es bueno recordar que la verdad es más incómoda que la mentira, y muchas veces, más dolorosa. Y que, salvando las distancias, puede haber una puerta cerrada frente a tu propia casa que esconde la misma realidad.