La verdad oculta

Crítica de Fernando López - La Nación

Will Smith y los riesgos del deporte

La verdad oculta es un film noble en sus propósitos que intenta combinar polémica y melodrama al partir de una historia real, una suerte de David versus Goliat representados por un lado por la más poderosa liga deportiva de los Estados Unidos, la NFL, que maneja el popularísimo y redituable negocio del fútbol americano, y por otro por el acreditado patólogo forense de origen nigeriano que descubrió la íntima conexión que hay entre la salud de los atletas que practican ese durísimo deporte y la encelopatía traumática crónica (CTE), una enfermedad degenerativa y progresiva que se manifiesta en las personas que han sufrido frecuentes y violentos golpes en la cabeza y que puede conducir incluso al suicidio o a la demencia.

Hombre estudioso, religioso y honesto, Omalu asume como un servicio humanitario la necesidad de advertir sobre esos graves riesgos a quienes deciden consagrarse a esa práctica, y en especial a sus responsables, ya que su ejercicio suele iniciarse en la infancia.

El film le fue inspirado al director Peter Landesman por un artículo periodístico acerca de las investigaciones y experiencias del doctor Bennet Ifeakandu Omalu, que por supuesto enfrentó todo tipo de resistencias en el mundo del football. Tal origen no suele ser el más recomendable para elaborar una construcción dramática, aunque hay que reconocer que tanto Will Smith, que mucho tuvo que ver con la realización del film, como sus compañeros de elenco, en especial Albert Brooks, se esforzaron por imponer algún espesor humano a sus criaturas, terreno en el que no siempre los acompañaron los guionistas y el realizador, más atentos a los lugares comunes que al retrato de la vida real. El protagonista se aproxima demasiado al estereotipo del clásico héroe norteamericano, valeroso y decidido, pero también bastante ingenuo, y el film, entre cuyas intenciones puede percibirse asumir el papel que El informante, de Michael Mann, desempeñó respecto de las alertas acerca del tabaco, además de unos cuantos momentos que parecen destinados a apoyar a Smith en su búsqueda de reconocimiento de sus dotes dramáticas por parte de la Academia.

Aun con sus limitaciones, el melodrama no deja demasiado espacio para que el film ilustre claramente sobre las reacciones que Omalu despertó en una industria deportiva de la que se dice es ahora la dueña de los domingos como antes lo fueron los templos religiosos, y que adoptó algunas medidas para disminuir las conmociones a las que alude el título original.