La verdad oculta

Crítica de Emiliano Fernández - A Sala Llena

La caza de brujas corporativa.

Considerando el tópico central de La Verdad Oculta (Concussion, 2015), nada menos que el descubrimiento de un trastorno cerebral degenerativo gracias al estudio de los cadáveres de varios jugadores de fútbol americano, uno podría esperar una propuesta de choque que apunte directamente a la National Football League, la megacorporación que controla el deporte -dentro de los límites del marco profesional- en suelo estadounidense, sin duda uno de los productos más redituables de la industria de los medios de comunicación y un baluarte a defender por el consumidor promedio, en base a su tendencia acrítica. Lo cierto es que la película pretende ubicarse en un rango ideológico intermedio, moderando las diatribas del protagonista/ denunciante y ofreciendo un equilibrio un tanto paradójico que señala la red de silencio alrededor del tema y al mismo tiempo licúa todo vía el melodrama.

Por supuesto que esta perspectiva de por sí no implicaría problemas formales si no fuera por la intervención de dos factores más: hablamos de una actuación muy pobre por parte de Will Smith y de un guión con una estructura que tiende cíclicamente hacia la repetición y la falta de novedades significativas. Aquí el señor interpreta al Doctor Bennet Omalu, un patólogo forense que en 2002 se obsesiona con investigar la causa de la muerte de Mike Webster (David Morse), un jugador de los Pittsburgh Steelers con un largo historial de demencia y depresión. La curiosidad lo lleva a tropezar con un síndrome en torno a los golpes en la cabeza de Webster, producto de años de practicar el deporte, al que denomina “encefalopatía traumática crónica”. El film combina los ataques de la NFL a Omalu y la archiconocida fábula del sueño americano, gracias a su condición de inmigrante nigeriano.

El realizador y guionista no es otro que Peter Landesman, quien venía de firmar el derrotero de la interesante Matar al Mensajero (Kill the Messenger, 2014), aquel thriller político setentoso sobre el rol de la CIA en lo que atañe a la provisión de armamento a los contras nicaragüenses y la importación de cocaína a Estados Unidos. Lamentablemente en La Verdad Oculta no aporta ni un ápice de originalidad y se muestra muy apegado al molde paradigmático de los relatos del “genio incomprendido” que -sin ambicionarlo- se gana enemigos poderosos, atraviesa el típico calvario familiar y eventualmente alcanza una suerte de redención popular y aceptación. Los diálogos por momentos están bien y en otros no van más allá del cliché, lo que funciona en consonancia con la falta de intensidad y valor de esta adaptación timorata de una caza de brujas corporativa contra Omalu y sus allegados.

Volviendo a Smith, el actor hoy deja atrás su correcto desempeño en Focus: Maestros de la Estafa (Focus, 2015), obra que volcó hacia la elegancia a su semblante “modelo canchero”, y retoma algunos elementos de sus colaboraciones con Gabriele Muccino, las maniqueas En Busca de la Felicidad (The Pursuit of Happyness, 2006) y Siete Almas (Seven Pounds, 2008). Para colmo su caracterización unidimensional es opacada por la de sus colegas Alec Baldwin y Albert Brooks, quienes interpretan a dos médicos simpatizantes de la causa de Omalu. A pesar de las torpezas narrativas y la ausencia de una tesitura un poco más aguerrida a nivel discursivo, se notan las buenas intenciones de Landesman y su cruzada en pos de inculpar a la NFL de negar lo que ya sospechaban/ sabían: aquí se denuncia la faceta comercial del deporte pero nada se dice de su papel en la idiotización masiva del público…