La valija de Benavidez

Crítica de Rosana López - Fancinema

UNA CONDENA ARTISTICA

Se agradece cuando el cine nacional produce este tipo de películas que mezcla la comedia negra con el thriller y cuenta con algunos actores argentinos de renombre como Jorge Marrale o Norma Aleandro, pero eso no alcanza para una propuesta demasiado pretensiosa que cae en momentos algo ridículos.

La valija de Benavidez está basada en uno de los relatos pioneros de la joven y galardonada internacionalmente Samanta Schweblin (una de las promesas de la nueva literatura porteña de menos de 40 años) y se centra en Pablo Benavidez (un siempre correcto Guillermo Pfening), un artista frustrado ante el fracaso de sus obras hasta que decide alejarse del mundo del arte.

Benavidez sufre la crítica y el peso del apellido heredado de su padre fallecido, un excelente y exquisito pintor plástico reconocido por colegas y academicistas. La atmósfera se presenta muy siniestramente, con un clima muy extraño guardando, a diferencia del relato escrito, lo mejor para el final. Y ese es el único acierto de la directora y guionista Laura Casabé.

Benavidez, que sólo es alentado por su mujer -también pintora-, tiene una discusión con ella al sentir su ego opacado por una interesante propuesta laboral que le ofrecen. Decide, enojado, tal vez envidioso, irse del hogar y acudir a su refinado y elitista psiquiatra. Claro que el cobijo del profesional en aquella mansión guarda muchos secretos.

Al film le falta eficacia más allá de la fantasía y las pesadillas que guarda y atraviesa el protagonista. No sólo tenemos un reparto de actores un tanto desdibujados y grotescos como los secuaces y sirvientes del personaje de Marrale. También deparamos en Norma Leandro como una suerte de presentadora y curadora mediocre de potenciales artistas, en una increíble elección de un personaje tan pobre y poco enriquecedor para la vasta carrera de la actriz. A pesar de todo esto, Marrale está llamativamente impecable. Sin embargo el film cae en pasajes cursis con escenas documentadas por cámaras ocultas en la estadía de Benavidez.

La valija de Benavidez aprovecha a parodiar al mundo snob del arte y a su consumo financiero. Tal es así que muestra fantasiosamente cómo el psiquiatra introduce al artista en una terapia creativa muy cerca de la locura psicológica para producir piezas de valor continuadamente. Sin embargo, el juego pretensioso con el esnobismo artístico le juega una mala pasada a esta producción que se queda sin mucho para ofrecer en una larga y aburrida narración. Sólo una historia a medio camino en comparación con la lograda El eslabón podrido, de Javier Diment (quien casualmente participa aquí como extra), una suerte de fábula macabra en un pequeño pueblito del interior.