La valija de Benavidez

Crítica de Matias Seoane - Alta Peli

El cuento del artista dañado.

Dentro de la enorme mansión del doctor Corrales (Jorge Marrale) funciona una residencia para jóvenes artistas donde pueden trabajar sin las distracciones y las preocupaciones diarias. Allí reciben alojamiento y todos los materiales de trabajo que puedan necesitar, pero sobretodo son sometidos a un tratamiento especialmente desarrollado por el psiquiatra, que les permite canalizar todas sus más intensas vivencias hacia la producción artística. Desconociendo lo que sucede en la trastienda, una noche llega hasta allí cargando una valija enorme un hombre desencajado que ruega ser atendido por el psiquiatra. A regañadientes lo hace pasar a su consultorio y, como el paciente afirma que no puede regresar a su casa después de la discusión que tuvo con su pareja, le permite pasar la noche en una de las habitaciones de la mansión. La actitud inicialmente reticente del doctor cambia durante la noche, cuando descubre que en la valija de Benavidez (Guillermo Pfening) se esconde una obra de arte tan maravillosa que es capaz de salvar a la Residencia de sus dificultades para mantenerse rentable y se pone como meta incorporar a la nueva promesa a su tratamiento, aunque el artista ahora sólo piense en recuperar su valija para regresar a hogar.

El germen de una nueva forma:
La premisa de La valija de Benavidez tiene la síntesis de un cuento, sin la necesidad de apelar a una trama enrevesada para contar lo que pretende. La complejidad está puesta más en el cómo y lo hace dándonos la información apenas necesaria como para reconstruir lo que está pasando con los dos personajes principales durante ese único día que los vemos compartir un espacio. De Benavidez conocemos a grandes rasgos algunos momentos principales de su vida a través de flashbacks, pero del resto alcanza con un par de frases y actitudes para dejar en claro la clase de gente que son o al menos sus motivaciones principales, suficiente como para plantear ácidas burlas hacia el snobismo del mercado del arte donde se mueven.

Esta interesante pero arriesgada forma de narrativa se apoya en una propuesta estética con toques surreales, especialmente en las extrañas habitaciones que el doctor utiliza para enfrentar a Benavidez con los traumas que le impiden producir su arte, donde se nos hace dudar de cuánto de lo que vemos en ellas es real y que parte es producto de la torturada mente del protagonista. Este ambiente logra que aunque algunas actuaciones se sienten exageradas no desentonen tanto en un contexto donde el absurdo parece siempre agazapado a la vuelta de la esquina, acechando sin mostrarse.

La película no está libre de fallas, pero varios de estos elementos en conjunto recuerdan los orígenes en el cine de género independiente de la directora, de donde está surgiendo una generación muy interesante que comienza a tener acceso a producciones mejor realizadas donde probar formas distintas de narrar y sin ese miedo a entretener que tuvo la generación más contemplativa de principios de siglo.

Quizás fuera por eso que durante La valija de Benavidez no pude evitar recordar a una de las grandes películas nacionales de los últimos años como fue La Corporación y aunque no logré descubrir el motivo concreto del vínculo, deja con ganas de que esta clase de cine tenga oportunidad de seguir creciendo.

Conclusión:
La valija de Benavidez es una propuesta arriesgada que puede no conectar con todo el público, pero quienes lo hagan encontrarán una película interesante que diluye los bordes entre realidad e imaginación mientras el protagonista se hunde en los traumas de su pasado que le impiden desarrollarse en el cínico mundo del arte.