La valija de Benavidez

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Segundo opus luego de la onírica El Hada Buena (Una Fábula peronista), La Valija de Benavidez es, ante todo, una fresca renovación en el cine de género nacional.
Cuatro personajes serán los que muevan la historia como el motor que impulsa las acciones.
Pablo Benavidez (Guillermo Pfening) es un escultor que desconfía de su propio talento. Perseguido toda su vida por la sombra de su padre, un eximio y reconocido pintor; le debe sumar ahora un quiebre en la relación con su pareja Lisa (Paula Brasca), también artista y profesora de arte.
La historia, contada a modo de flashback, nos presenta a Benavidez abandonando la casa que comparte con Lisa, con una valija en mano.
Su destino será la casa de su psiquiatra, Leopoldo Corrales (Jorge Marrale), quien también trató a su padre, y pareciera tener algo que ver en el mundillo del arte ¿una suerte de mecenazgo?
No sabemos bien por qué Pablo eligió ir a la casa de su psiquiatra, qué poder ejerce este hombre sobre él, y sobre todo ¿Qué paso con su valija?
De a poco, el escultor entrará en una suerte de ¿ensoñación? (son demasiadas las dudas a responder) que lo llevará a perderse dentro de esa mansión siendo presa de Corrales en un juego que se deberá ir aclarando y que tiene mucho de fantasía o realidad paralela.
Basada en el cuento homónimo de Samanta Schweblin, con guion de la propia Casabé y Lisandro Bera; La Valija de Benavidez toma al género fantástico, el thriller, y la comedia negra, con la intención de mezclarlos y deformarlos. Quienes hayan tenido el placer de ver El Hada Buena, sabrán que su realizadora mantiene una visión muy particular (como propia), jugando con un estilo narrativo y estético, único, cercano al absurdo.
Si en aquella oportunidad arremetía contra los preconceptos mantenidos sobre un movimiento popular en su época de esplendor; aquí utiliza el mismo tono exagerado para realizar una crítica tan acertada como mordaz al mundillo del arte y sus “admiradores”. Una que haría quedar a El artista de Cohn-Duprat con la boca abierta.
Serán Benavidez y su psiquiatra (acompañado por una serie de fieles secuaces) quienes manejen el hilo de ese juego de gato y ratón, pocas veces mejor explicitado. Pero también Lisa es un personaje central, con intereses propios.
El cuarto personaje que tracciona este relato será Beatriz Donorio, crítica de arte, organizadora de eventos sociales donde la clase puede adquirir lo último en obras de arte de vanguardia. Beatriz, en la piel de Norma Aleandro, es un lujo que se da este film de corte independiente. Pero eso no quiere decir que la actriz de La Historia Oficial vaya a menos; por el contrario, lo hace propio, y entrega una interpretación riquísima, divertida, malévola, casi que pide una película propia.
El avance irá confundiendo al espectador que más de una vez no sabrá qué es lo que está viendo, Casabé tiene la intención de no hacer un producto más. Pero nunca lo abandona, mantiene un ritmo constante, que puede parecer lento por tramos, pero siempre es hipnótico y en constante evolución, hasta que llegue el momento de las resoluciones, que llegarán de modo sorprendente.
Pfening, Marrale, Brasca, Aleandro, y el resto de los actores expresan la diversión que imprime el film; no hay sobresaltos en las performances, todos mantienen un tono justo y logrado para sus exigencias; brillando, como lo dicho, la reina Aleandro.
De recursos ajustados pero muy bien aprovechados, La Valija de Benavidez es un claro avance en el cine independiente de género local; su deseo de innovar, de plantear una crítica concisa, ácida y eficaz; amalgamando la posibilidad de un relato para el público amplio sin resignar ni un centímetro de la mirada propia; la ubican cómodamente entre los estrenos (luego de un paso por varios festivales locales) más interesantes de la temporada.